La monarquía

Parece que cada vez que estornuda, o hace la más mínima gilipollez, alguno de los herederos de las coronas europeas, tiene página de honor en la prensa de su país, y hasta de media Europa. Que si el príncipe tal se declara a su novia por Internet, que si la novia del momento de tal príncipe está muy buena, que si otro principito se viste de oficial nazi para ir a una fiesta de calimocho real…..

Hay que estar desocupado , o que haya falta de noticias, para estar pendientes de estos seres ligeramente advenedizos, que saben la expectación que levantan. Una expectación morbosa posiblemente, porque al fin y al cabo son individuos poco útiles para la sociedad, a no ser que se valore lo que gastan en representación como un valor positivo.

Una parte de lo que el ciudadano paga va para sus gastos, al menos en los países con monarquía reinante, que no reineta. Otros han dejado una huella muy larga de meteduras de pata a lo largo de su juventud, lo que no permite al ciudadano albergar mucha seguridad en su gestión, si alguna vez le llegara tal coyuntura, porque al príncipe Carlos, por ejemplo, ya parece que no le va a llegar, que a su mamá octogenaria le queda cuerda.

Al fin y al cabo, ella ha demostrado saber estar cuando tenía que estar, como en la guerra del 45, en una época que sirvió para aglutinar a los británicos junto a un símbolo. Lo mismo que sirvió nuestro rey para aglutinar a los que no queríamos que volviera un Franco cutre con el nombre de Tejero. Y no mucho más dicen otros, ligeramente republicanos. Aparte de para aceptar un yate multimillonario de los empresarios de Mallorca y gastar una parte de los impuestos estrechando manos a diestro y siniestro.

Los peores son los príncipes escandinavos que han superado el listón de las proles de monarcas reinantes en Europa. Que dicho así, parece un contrasentido: monarcas reinantes, siglo XXI, democracia, sistema constitucional, feudalismo. Algo no encaja.

Parece que los sistemas propios de la Edad Media siguen siendo aceptados por los ciudadanos, por los siervos de la gleba, de media Europa. Después de que parecía que a final del siglo XVIII los franceses acabaron con ese sistema arcaico, cuando se cargaron el Antiguo Régimen. Pero no valió.

Los franceses sí que respetaron las nuevas formas, pero los ingleses, los españoles, los holandeses, los escandinavos y algún pequeño estado ( principado y ducado ) hemos preferido mantener contra natura esos regímenes con representantes a los que nadie elige, tal como se instauró hace unos 200 y pico años en la Constitución francesa, modelo para todo el mundo: liberté, egalité y fraternité.

Cada semana esos cachorros de rey/reina son capaces de generar una noticia: que si la mujer de uno se cabrea en público, que si el hijo del heredero se chispa como un piojo, que si al otro le ha cazado una fulana, que si otra fulanilla ha conseguido casarse con el de más allá, o que si la princesa fulana hace más aguas que la Chelo, que si uno vende las joyas de la familia para pagarse el resto de la vida sin dar golpe, que si un heredero se casa y se separa de la nieta de un dictador, que si a un heredero de más de sesenta tacos se le pilla robando y estafando a manos llenas, que si se carga a un tío con una escopeta y sale de rositas..….
Parece que el más adaptado es el que, según Darwin, más y mejor vive: como el tal Simeón de Bulgaria, que ha aceptado la nuevas normas que los franceses instauraron (y los búlgaros aceptaron) , se ha presentado a elecciones….y ha ganado, el jodío.

Los estados modernos , ya se sabe, también funcionan con la vieja máxima romana : pan y circo. El pan, en Europa, está asegurado, y el circo se organiza cada día con más de cien artistas en la pista. Y oiga, que cobran lo suyo por entretenernos. Que no es de balde.

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