La ufanía de contemplarse el ombligo

No es cuestión de generalizar, que eso está muy feo, pero es condición humana bastante extendida esa actitud, a veces casi enfermiza, de mirarse el ombligo, figura metafórica que retrata a la persona egocéntrica que sólo alcanza a ver su propio mundo, recreándose sólo y obsesivamente en sus intereses y criterios. Pero el egocentrismo, a veces, es colectivo; o sea, instalado en grupo, pueblo, región o nación.

Y para bien, para mal, para regular o para no sabe/no contesta, la Región de Murcia es una de las que más (y no sé si mejor) practica eso de mirarse el ombligo. Bueno, aquí habría que sustituir el verbo porque lo de contemplárselo obedece más a la realidad.

Para una preocupante, que no preocupada, mayoría de gente aquí lo tenemos todo mejor que en cualquier sitio; nos aplaudimos los unos a los otros; nos autocomplacemos de todo y por todo; nos importa un pimiento (que por algo es una seña propia de identidad) lo que piensen de nosotros allende las fronteras (lo mismo da que sean regionales que nacionales).

Convengamos en que nadie va a defender lo nuestro mejor que nosotros, pero la gente, con demasiada frecuencia, suele hacer gala de una ufanía, cuando menos, preocupante; ignorar, o querer ignorar, defectos propios y carencias intrínsecas no es, precisamente, el mejor compañero de viaje.
Si con orgullo presumimos de estar entre las comunidades menos inflacionistas de España, con naturalidad, cuando menos, debiéramos aceptar, según informaciones de prensa correspondientes al día 7 de mayo, que Murcia se coloca a la cabeza del país en el aumento del paro. Y un par de semanas después también encontramos en la prensa murciana que un 35% de los contratos firmados en la región, en lo que va de año, son temporales.

Y pretendemos pasar de puntillas sobre el dato de que Murcia, además de estar entre las regiones en las que más pisos se pagan en metálico (desde aquí lo venderemos como alegría económica y desde otras comunidades se dirá que es debido al mucho dinero negro existente, procedente de… ¡uf!, eso da para una tesis doctoral), también es la segunda región donde más subió el precio del suelo urbano.
Y al hilo del mismo tema, dos titulares de prensa correspondientes al día 26 del pasado mes de diciembre. Uno, “Murcia es la provincia donde se compran más casas para especular” (La Verdad); y otro, “Murcia es una de las ciudades que compra más vivienda como inversión” (La Razón). Y a todo esto, según el informe anual de Caixa Catalunya, durante 2007 fue Murcia, precisamente, la comunidad que registró mayor aumento de precio en la vivienda. Ustedes mismos.

El susodicho informe contiene datos que, la verdad, no creo que sean para ufanarse al tiempo que nos contemplamos la cicatriz umbilical; mas bien habrá producido miradas a los lados y silbidos de despiste porque resulta que Murcia va a ser la comunidad en la que menos bajará este año el precio de la vivienda: un 0’4 % frente al 2’2 % de la media nacional.

Eso sí, de lo que podemos jactarnos es de que en cuestión de bodas “por lo religioso”, Murcia arrasa; mientras que la media española en bodas católicas se situó, en 2007, en el 57%, en Murcia se llegó al 71%. ¡Vaya tela e item más!: como es natural, en consonancia con el dato anterior, los matrimonios entre personas del mismo sexo supusieron apenas el 1%, dato muy inferior a la media nacional.
También podemos presumir de 171 tiendas de en trajes de boda con un promedio superior a las 12 por cada cien mil habitantes; un índice muy por encima de la media nacional.

Sin embargo, no tanta ufanía podemos exhibir si a la cosa de la producción de libros nos referimos; y eso que, sin contemplaciones de ombligo, esta región es un modelo de cantidad y calidad en empresas de artes gráficas. Pues bien, pese a ello, muy lejos de Madrid, Cataluña y Andalucía, líderes en edición de libros en 2007, Murcia está en el pelotón de los torpes, sólo por encima de La Rioja, Cantabria y Extremadura.

Pero como a orgullo y altanería pocos nos ganan, enseguida tendremos la explicación de que lo bueno es porque nos lo curramos aquí y lo no tan positivo es culpa de otros. Y así seguiremos, ensimismados en nosotros, desubicados, pensando que no existe más mundo que el que gira a nuestro alrededor. Y si existe será malo y nos tendrán manía; o, por qué no, envidia.

¿Entenderemos algún día que lo nocivo, realmente, es pensar que el mundo se acaba en uno mismo, o en un pequeño extrarradio de nuestro ombligo?

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