¿Te quejas?

Por Francisco López Belmonte

Hay virus que, por lo visto, han existido siempre, pero hay ciertos virus persistentes que, por alguna razón, se han desarrollado en la actualidad convirtiéndose en una especie de “pandemia”, principalmente en los países más desarrollados.

Tal es el caso del llamado “Vicii quexicus” que tiene sumidas a muchas personas en un estado de desasosiego perpetuo. Me refiero al virus de “la queja”; la queja de vicio, la queja continua, diaria, por no importa qué, por todo, por cualquier cosa. Cada vez más extendida, la queja forma parte de nuestras vidas, de nuestra sociedad, de nuestras costumbres. Tal es el punto al que hemos llegado que creo que la autoridades deberían de empezar a legislar al respecto, porque es tan habitual que debería reglamentarse y, además, formar profesionales en este tema y conceder becas de estudio de la queja.

Dicho así parece una broma, pero les aseguro que es un tema que llega a preocuparme, porque la queja me envuelve por dondequiera voy, con mil matizaciones diferentes. La gente no está conforme con nada, todo funciona mal y, por lo tanto, tiene que quejarse para mostrar su desaprobación. En invierno se quejan del frío y en verano del calor. Los peatones se quejan de los conductores y éstos de los peatones. Los consumidores se quejan de los precios y los comerciantes de los altos costes de los productos y de la mano de obra. Los niños se quejan de sus padres y ellos de sus hijos. Los médicos se quejan de sus pacientes y los enfermos de los hospitales. Los ciudadanos se quejan de los servicios de limpieza y éstos de la falta de urbanidad de los ciudadanos. Los estudiantes se quejan de sus profesores y los docentes de sus alumnos. Los urbanizadores se quejan de los ecologistas y éstos de los constructores. Los trabajadores se quejan del agobio de trabajo y los parados de la falta de él. Los jóvenes se quejan de las intromisiones de los ancianos y las personas mayores se quejan de la falta de atención y respeto de los más jóvenes.

No te puedes librar de la queja. En cuanto sales a la calle empiezas a oír una detrás de otra, hasta la saciedad. Así que tú mismo te sientes frustrado con tal avalancha de lamentos y te preguntas si todos tienen realmente razón, o si ninguno de ellos la tiene.

La realidad es que se ha convertido en un vicio desagradable e insano, que no tiene justificación alguna. Porque todo no es malo y porque se alterna lo positivo y negativo de la vida a lo largo de nuestros días. Pero estas personas propensas a la queja crean a su alrededor un ambiente nefasto. Su pesimismo debe estar basado en un descontento personal que no tiene por qué traducirse en resentimiento en contra de los demás. Los que seguimos el Camino de JESÚS y Sus enseñanzas especificadas al detalle en la Biblia, sabemos que todas esas quejas son manifestaciones de un espíritu enfermo y, como decía Salomón: “¿Quién soportará al de ánimo angustiado?”. No siempre se quejan los que más motivos tienen. Dice el refrán que “lo poco espanta y lo mucho amansa”. JESÚS dijo “Mi paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tampoco tenga miedo”.

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