La Glorieta de Águilas de los años 40/50


Por Juan Fernández López
Águilas es una de las ciudades con dilatada historia, que todavía conserva su popular glorieta.
Los datos de la historia nos confirman, que la glorieta de Águilas fue construida en 1874, como centro cívico y eje del pueblo, para dar respuesta a diversas necesidades cotidianas. Desde entonces, ha sufrido varias transformaciones, aunque, todavía hoy, sigue conservando sus centenarios y frondosos Ficus  procedentes de  Brasil y su fuente en el centro, con la escultura conocida popularmente como «La Pava de la Balsa», rodeada de bancos, donde los viejos buscan un trozo de sombra que les ampare del  calor del verano. Como espacio urbano, la Glorieta de Águilas diría que es perfecta, tiene ese encanto del jardín organizado que es una herencia del racionalismo cuando se pensaba que el mundo tenía un orden preciso y bastaba aplicarlo para que las cosas funcionasen. Hoy, cuando aquellas ideas se han desvanecido, y todo nos parece de forma diferente, la Glorieta de Águilas es un anacronismo delicioso. Las ocho de las principales calles de la ciudad que confluyen sobre ella, permiten, con sosiego, el tránsito fluido de  la población – obra que lo fue- del acertado planeamiento inicial del pueblo que tuvo lugar en el siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III, gracias a la valiosa colaboración de sus ministros, los condes de Aranda y Floridablanca, con el trazo acertado del proyecto de su arquitecto Valdopich. A su alrededor confluyen casas de esplendidas fachadas y variado estilo urbanístico, destacando por su belleza las de estilo Colonial del s.XIX, la Neomudejar con caracteres islámicos del Ayuntamiento, y el edificio de la Parroquia de San José del s.XIX ( Próximo al año 1853) de un neoclasicismo sobrio y una planta basilical en su interior de tres naves, crucero y ábside profundo. El nombre de «San José» le vino dado a la iglesia, por la imagen de San José que había expuesta en la entonces fundición de plomo para la extracción de plata conocida como «La Iberia», cuyos obreros contribuían entonces con sus aportaciones a su construcción.
En este pueblo sometido al olvido de los tiempos, como tantos otros, reposan las cenizas y el recuerdo alegre de las festividades tradicionales que en otro tiempo hicieron  más llevadera la vida de su afligida población.  Aquí concurría un pueblo de respetables ciudadanos de los que hoy sólo queda el recuerdo confuso y vano que reemplaza al bullicio popular de entonces, lamentablemente,de ese modo perecen las obras de los hombres. No obstante, justo es recordar los nombres que precipitadamente me llegan a la memoria de algunos de los habitantes de aquella zona del pueblo, entre ellos, el de  D. Antonio Sánchez Bernabé que era el entonces  párroco de la Iglesia de San José, donde todavía continúa conservándose la imagen de la Virgen de los Dolores, patrona de la ciudad, obra de Roque López, discípulo de Salcillo. Desde la iglesia mirando al frente -a la izquierda, la casa donde vivía con su familia el conocido médico don “Pepe Arcas, en frente, el ilustre y muy apreciado profesor don José Martínez López-Flores, conocido como «don José Flores»; le seguía la casa y confitería de «Diego el Confitero»; la del médico don Félix Belzunces, la tienda del Grima , y la de D. Sebastián Fernández -junto al «Centro Médico de D. Alejandro Sta. María; haciendo esquina con Conde de Aranda, La Sociedad de Cazadores y el kiosco de periódicos de Manolo y Anica, seguida de la confitería de «Enrique el Confitero», el Ayuntamiento de Águilas, la farmacia de Gallego y, haciendo esquina con Carlos III, la  tienda de «Pepito el del Siglo»  -frente a la papelería de Aznar. Camino del puerto, junto «al puesto de pipas y otras cascarujas del Iceli», el  edificio de Falange -considerado de interés cultural- seguido de la bella fachada de la casa de don Bartolomé Muñoz Belda, conocido como «D. Bartolo Salero»; el Banco Central; el Bar Alhambra; La ferretería  de «Mateo de las barbas» , y  la tienda de «D. Juan de la Verdad». Al frente, haciendo esquina, La Caja de Ahorros del Sureste de España, con su conocido Director, D. Andrés Fernández Corredor. Siguiendo la línea de la plaza hacia la fachada de la iglesia, el primer establecimiento conocido: «Muebles la Regia»; la casa del conocido médico  don Nolberto Miras, la farmacia de «Moreno», y el estanco de «La Tercena», entre otros.     Entregado de esta suerte a mis meditaciones, se presentan en mi mente pensamientos, que por ser tan sensibles, afligen mi corazón. Sin embargo, reflexionando cual fue en otros tiempos la situación de aquellos aguileños que tuve la suerte de conocer, pienso, si  acaso, seré capaz de transmitir el mensaje de lo que supuso para  ellos, la singular Glorieta de Águilas.
Aunque una de las funciones propias de la imaginación es conservar las imágenes percibidas, no debo confundirme con el acto asignado a la memoria, que es el reconocimiento de un estado de conciencia pasado. Recordar no es simplemente reproducir las imágenes y las sensaciones, sino añadir a ellas la circunstancia particular de referirse a la sucesión temporal de las cosas. Por esto podemos decir que la memoria sensible es la facultad de conservar, de reproducir y de reconocer los estados de conciencia anteriores, relacionados con  nuestra experiencia pasada. Estas experiencias pueden actualizarse y revivir en la conciencia, cuyo reconocimiento en el tiempo son los elementos que constituyen los recuerdos. Después de una década desde el fín de la guerra, aunque sus cicatrices se sentían a cada paso, casi nadie hablaba de ellas abiertamente.  Eran años de escasez y miseria extrañamente bendecidos por esa paz a medio camino, entre la amargura del miedo, y el silencio bélico. Con la estabilidad política la población fue recobrando su estado de normalidad fomentando la iniciativa, ampliando su comunicación, y aprovechando los escasos recursos que tenía a su alcance.
Como eje y centro cívico del pueblo, la Glorieta se convirtió en el lugar de referencia donde la gente –sin distinción de clase- se daba cita para conversar, conocerse mejor y programar sus planes de futuro. Los de aquella generación estamos obligados a recordar aquellos paseos por la glorieta haciendo planes con nuestros amigos, o del recuerdo que nos acompaña de aquella noche cuando sentados en un banco bajo el cobijo de sus centenarios Ficus, sentimos el flechazo de nuestro primer amor, fue en aquel lugar,  donde el espíritu y la voluntad de los aguileños superaron los conflictos internos de su ser, dando paso a la amistad y al amor, que es capaz de superar todas las desarmonías de forma permanente.
En este mundo de sombras donde la magia es un bien escaso, sucedió, tras la espesura de la rica arboleda de sus paseos, y en el tramo que se ampliaba hasta el puerto, la apertura de un universo de infinitas posibilidades. Tal vez,la atmósfera hechicera de aquel lugar que estuvo allí esperando durante años, convirtió la glorieta en el escenario de eternos lazos de amistad, de fecundos, y apasionados amores, que dieron paso a numerosos matrimonios, origen de las sucesivas generaciones de nuestro pueblo. De aquellos coros rumorosos de la noche, de los senos de sus flores perfumadas, de aquel lecho de hierbas aromáticas, surgió la juventud briosa que sembró de esperanza a la sufrida población aguileña de entonces.
Para termina:  “En tan singular glorieta poblada de bellas flores, se da el jazmín, la violeta, el geranio y la azucena, la dalia y el crisantemo, la rosa y la hierba buena. Luego, al caer la tarde, se ven de lejos llegar, bandadas de gorriones que se disputan las ramas donde poder pernoctar. Y en su fugaz tremolina forman tan bella comparsa, que más que cantar parece, que un homenaje se ofrece, a su Pato de la Balsa”.

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