EL PUEBLO TROGLODITA DE SAN JUAN DE LOS TERREROS

Artículo publicado en el periódico Nuevo Mundo Por Eliodoro Puche (Lorca, 1885 a 1964), poeta y bohemio

Estamos en la provincia de Almería. El cabo de Gata se entra en el mar como un largo cuchillo. Un islote parece una enorme ballena en la lejanía. Enfrente, en una vuelta del camino, aparecen junto al mar unos montes agujereados. Es San Juan de los Terreros, el pueblo troglodita de pescadores.
Los hombres hicieron aquí, en este suelo fácil de minar, sus viviendas subterráneas. Pasan en ellas el invierno dedicados a sus faenas de pesca, y cuando se aproxima el verano, preparan sus cuevas para recibir a otros habitantes menos rudos, los bañistas de los pueblos vecinos. Y entonces terreros presenta una fisionomía más pintoresca. El hombre de la ciudad ha tomado posesión de la caverna, y el troglodita se va a vivir al aire libre tres meses, bajo los tinglados de estera que levanta a la orilla del mar. Necesita del alquiler de las cuevas para vivir en invierno, con la ayuda de sus pesquerías. Ese tinglado de esteras, palos y cañas es la vivienda provisional de una tribu trashumante. Y, sin embargo, nada más sedentario que esta gente. No sabrían vivir en otra parte y de otra manera.
Pero lo más curioso es que algunas e estas cuevas son de propiedad de familias ricas, de lo más cómodo y confortable en su interior, y que sólo se abren durante el verano.

Los hombres hicieron aquí, en este suelo fácil de minar, sus viviendas subterráneas. Pasan en ellas el invierno dedicados a sus faenas de pesca, y cuando se aproxima el verano, preparan sus cuevas para recibir a otros habitantes menos rudos, los bañistas de los pueblos vecinos.

FOTO DE 1975

FOTO DE 1958

Es un paisaje agreste y bello el de estas playas solitarias, con caprichosas crestas volcánicas. A lo lejos, un monte aislado presenta la forma de una verdadera barraca valenciana. El islote de Terreros, todo erizado de chumberas.
Calas y dunas donde el mar se aquieta y no es profundo, hormigueante de niños y de bañistas. Y en un ramblar, todo el tenderete de barracones de una sombra de feria de juguetes baratos y dulzainas pasadas.

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