“El cero transparente”, una obra cargada de matices

El certamen Nacional de Teatro Aficionado “Paco Rabal” subía el telón el pasado sábado con la puesta en escena de El cero transparente, obra magistralmente interpretada por la compañía “Muerto Soy Teatro”.

Con una asistencia de algo más de ciento cincuenta espectadores, el salón de actos del Hotel Don Juan acogió la quinta edición de un certamen que debe gran parte de su éxito a la persona que le da nombre; Paco Rabal, el actor universal que, como si de una denominación de origen se tratase, empuja a compañías de todo el territorio nacional a intentar hacerse un hueco en el programa del certamen.

TeatroInaugurado por el primer edil, Juan Ramírez, y la concejal de Cultura, Clara Valverde, el “Paco Rabal” está llamado a convertirse en un referente dentro del circuito nacional de teatro aficionado gracias a la puesta en escena de obras que, como en el caso del sábado, huyendo del convencionalismo logran atrapar desde el primer minuto al espectador.

Por delante quedan ahora cuatro semanas en las que el teatro se convertirá en el auténtico protagonista.

El cero transparente

Muy pocas son las compañías capaces de llevar a escena obras de dramaturgos de la complejidad de Alfonso Vallejo en las que la cruda realidad, con tintes de humor negro, trasciende por encima de la propia obra impidiendo, tras la visión de la misma, que el espectador quede indiferente.

En esta ocasión, los actores del grupo Muerto Soy Teatro lograron su objetivo y demostraron ser eso, actores capaces de meterse en la piel de personajes tan complejos y tan cargados de matices como los que Vallejo con su Cero Transparente quiso poner sobre las tablas.

Con sólo cuatro taburetes, Segio Torres, Kiko Sánchez, Lara Chaves, genial en su papel de Foster, Javier Vargas, Mónica Diaz y Laura Arnaiz, bajo la dirección de Javier Barriga, lograron transportar al espectador al vagón de tren con destino a Kiu, lugar idílico e idealizado que, en realidad, terminará siendo el viaje a ninguna parte.

El cero transparente simboliza el clásico viaje de la transición entre la vida y la muerte, con un sádico jefe de estación como guía del camino y con cuatro pasajeros, procedentes todos ellos de un psiquiátrico al que llegaron, más que por locos, por intentar romper con los clichés establecidos por una sociedad en la que no queda del todo claro quines son los locos y quines se sitúan en el lado de la cordura.

En resumen, una obra que destacó, sobre todo, por la fuerza de unos actores que lograron situar muy alto el listón de un certamen que el pasado sábado no tuvo nada de aficionado.

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