Jugadores profesionales, youtubers, influencers, ¿cómo afectan al desarrollo rural y de pequeñas ciudades?

En las últimas décadas, el mundo está cambiado a pasos agigantados, y con él se impone la necesidad de reinventarse. La incorporación de la mujer al mercado laboral cambió las reglas, y en el momento presente una de las principales preocupaciones sociales es la conciliación familiar. Además, hemos asistido a una creciente desertización de los entornos rurales en una búsqueda del empleo perfecto y un cambio drástico en nuestra manera de consumir que ha afectado directamente al comercio local. Es una tendencia común a la mayoría de los países, pero el teletrabajo y la teleformación, entre otros, están brindando a millones de personas la oportunidad de cambiar las reglas a su favor.

Independientemente de nuestra edad, cada vez pasamos más tiempo en internet, ya sea jugando, consumiendo contenidos audiovisuales, relacionándonos, comprando, formándonos o haciendo trámites. Las posibilidades del entorno online son tan ilimitadas como la imaginación, por lo que han surgido nuevos negocios en un momento en el que la crisis económica nos obligó a reinventarnos. Las herramientas se encontraron coyunturalmente a nuestra disposición, ya que coincidió la revolución de la web 2.0 o web participativa, como se comenzó a llamar hace ya más de una década, con las primeras alarmas de crisis. Unos años después, algunas iniciativas se han perfilado como las más rentables, entre ellas, ciertas profesiones liberales que han roto sus fronteras gracias a la inmediatez de internet. Así, aquel que emite su canal de YouTube, Instagram o Twitch en directo, está siendo visto en cualquier parte del mundo de manera simultánea. La competencia es muchísimo mayor, pero eso es porque las posibilidades se abren absolutamente a cualquier individuo con una conexión a internet.

Un canal de video en directo o en diferido puede ser utilizado con muchísimas finalidades: promocionar nuestras dotes artísticas, ofrecer teleformación (de pago o gratuita), o denunciar situaciones que nos importan, por ejemplo. La mayoría empiezan por afición, pero muchos terminan rentabilizándolo, no sólo a través de ingresos por publicidad, sino también porque sean contratados por diferentes empresas. No son pocos los que consiguen abrir una segunda fuente de ingresos (youtubers publicando libros o concediendo entrevistas en televisión, o haciendo apariciones públicas en eventos). ¿Se coloca, pues, como una posibilidad de trabajar desde casa, desde una ciudad o pueblo que no ofrece profesiones acorde con nuestro perfil profesional? Por supuesto que sí.

El mismo caso vemos con los jugadores profesionales. Desde hace ya bastantes años, existen los jugadores profesionales de poker online. El poker fue uno de los primeros juegos que aprovecharon la tecnología de internet, y hoy por hoy gracias a esto se ha democratizado y difundido hacia nuevos usuarios que tiempo atrás no tenían acceso por restricciones geográficas y horarias. En el momento presente, España cuenta con un buen elenco de jugadores de poker profesionales que cosechan éxitos a nivel mundial, ya sea en torneos presenciales u online. Profesores de matemáticas o jóvenes que comenzaron con 20 años de edad se han convertido en auténticos iconos del sector, y la mayoría de ellos comenzaron jugando online y ganando entradas a grandes circuitos en satélites a través de internet. Ser jugador profesional requiere, no obstante, de una autodisciplina férrea ya que cada cual debe organizar su tiempo y sus ganancias para que sea rentable de manera regular.

No sólo existen jugadores profesionales de poker, por supuesto, aunque fueron los pioneros. En el momento presente, los jugadores de eSports o deportes electrónicos son un sector en pleno crecimiento. Juegos como Fortnite, la saga FIFA o League of Legends han permitido a muchos jóvenes hacer de su afición su medio de vida. Sin embargo, aunque la mayoría de jugadores de poker forman parte de un Team, en los eSports esto es imprescindible, y su sistema es mucho más parecido al de los deportes tradicionales como el fútbol: cuentan con su propio mercado de fichajes, sus ligas, sus patrocinadores y los derechos de emisión de los diferentes eventos, aparte de la afición generada que apuesta de la misma manera que lo hacen con otros deportes.

Está claro que este tipo de trabajos desde casa, o la posibilidad de formarse de manera mucho más personalizada a través de internet, está cambiando y maximizando las opciones a nivel individual, cada uno será lo que desea ser, o esa es la intención, pero ¿qué supone para el total de una ciudad pequeña o de un pueblo? ¿Favorece o perjudica? De entrada, parece que todo apunta hacia lo primero. Este tipo de trabajos y formaciones están decelerando el éxodo rural, y esto se nota en muchos aspectos. Por lo pronto, es una gran ayuda a la conciliación familiar, por lo que las parejas se sienten más seguras a la hora de tener hijos. La población de estas zonas geográficas deja de decrecer, lo que además, favorece el crecimiento económico. Bien aprovechada, la permanencia de los jóvenes en zonas rurales y ciudades de pocos habitantes favorece sensiblemente al comercio local y a los sectores de hostelería, restauración y entretenimiento, y no sólo porque donde vives es donde consumes, sino porque, la mayoría de las veces, internet permite trabajar para otras ciudades y países.

Como mencionábamos al principio, lo que hacemos en internet se refleja a la vez en todo el mundo, rompe fronteras y podemos obtener rendimiento desde otras partes del mundo. Esto se está traduciendo en la percepción de ingresos desde otros países, con lo que, trabajar fuera de la ciudad no necesariamente significa fuga de capitales, sino todo lo contrario: traer dinero del extranjero o de otra comunidad autónoma, tributando en muchas ocasiones en el lugar en que se vive y se está empadronado, a la par que se consume en este mismo lugar. Un hecho que, sin duda, invita a la reflexión y al positivismo de cara al desarrollo de pequeñas ciudades y pueblos.

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