Enfermos

Los gritos de alarma, desde hace ya algunos años, se oyen cada vez con más fuerza: Nuestro planeta está enfermo. La concentración atmosférica de CO2 ha crecido en los últimos años un 30%. La temperatura media global ha subido y los hielos de la Antártica y Groenlandia se derriten alarmantemente. Si no se toman las medidas oportunas desembocaremos en el primer cambio climático provocado por el hombre.

Estamos destruyendo nuestro propio hábitat. Por otro lado, mientras se erradican ciertas enfermedades, aparecen otras nuevas y resurgen antiguas dolencias con mutaciones resistentes a ciertas vacunas y antibióticos que las eliminaron tiempo atrás. Los diferentes tipos de cáncer y las enfermedades coronarias aumentan en los países llamados desarrollados. En otras latitudes mueren miles de personas por desnutrición y falta de atención médica, mientras otros utilizan misiles, bombas y armas de todo tipo, para matar a sus vecinos más próximos. El porcentaje de suicidios aumenta cada día, especialmente entre los más jóvenes. El ser humano está muy enfermo.

¿Piensan que soy catastrofista? Lo único que hago es resumir las noticias que escuchamos y leemos cada día. Hagan la prueba y verán que es ésta la información que nos llega una y otra vez desde todas las partes del mundo.

Por otro lado, la publicidad nos presiona para consumir cada vez más y así colaborar en todo tipo de enfermedad poniendo nuestro grano de arena. “Convierte tu baño en un balneario”, nos dicen, cuando sabemos que el agua escasea y no tenemos asegurado el suministro. Mientras, nos prometen todo tipo de sensaciones si consumimos una determinada bebida alcohólica, cuando el consumo de alcohol está aumentando cada día para mal de jóvenes y mayores. Se nos ofrecen todas las facilidades, por parte de las entidades bancarias, para adquirir todo aquello que se nos antoje y que nos llevará a hipotecarnos de por vida: Un nuevo coche de gran potencia, con el que contaminaremos más, o una estupenda casa cuya iluminación, climatización y otras comodidades eléctricas, aportarán un elevado consumo de energía. Al mismo tiempo nos esclavizaremos económicamente, lo que dará lugar a problemas cardíacos, subida de tensión arterial por el stress, etc.

Hemos tomado tal velocidad que no podemos parar; como la bola de nieve que aumenta de tamaño conforme baja por la ladera. ¿No podemos parar? Tal vez sí. La clave radica en nuestros razonamientos, o en la falta de ellos. Es imprescindible que examinemos nuestros caminos. Es nuestra mente la que está enferma y todo cuanto hay a nuestro alrededor se resiente por esa influencia, lo reconozcamos o no. Jeremías escribió: “Así dijo DIOS: Paraos en los caminos, y mirad, y preguntad por las sendas antiguas, cuál sea el buen camino, y andad por él, y hallaréis descanso para vuestra alma”. Si estamos dispuestos a tomar medidas para impedir la destrucción de nuestro planeta y del ser humano, debemos empezar por nosotros mismos. Aun es posible parar y rectificar. La respuesta a todas nuestras necesidades y la única garantía está en JESUCRISTO, el Hijo de DIOS, pues en ÉL está la Vida.

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