«Dicen que los pueblos que no saben su historia están obligados a repetirla. Me gustaría saber que el libro le vale a las siguientes generaciones de aguileños»

Ramón Jiménez Madrid no se considera un hombre nostálgico, es más, asegura que le hubiese gustado nacer cincuenta años más tarde. Sin embargo, lucha porque la historia de su pueblo, Águilas, no se pierda. En «Parte de una historia» Jiménez Madrid, hace una recopilación de 130 artículos publicados, en este periódico a lo largo de estos últimos cuatro años. Capítulos plagados de recuerdos, imágenes, historias, anécdotas y personajes aguileños. Una mirada hacia atrás para devolver al presente el pasado de esta localidad costera.
Pregunta.-Su último libro “Parte de una historia” recoge 130 artículos que escribió prácticamente en tres meses y que el periódico La Actualidad ha publicado semanalmente durante los últimos cuatro años. ¿Por qué decidió publicarlo periódicamente en un medio local y ahora da el paso de recopilar estos artículos en un libro?
Respuesta.-Se publicaron en La Actualidad por la sustancia aguileña de los mismos. Era una manera propicia y adecuada de saber si interesaban a la gente, si eran bien recibidos o si pasaban desapercibidos. Pronto tuve llamadas favorables, recibí correos elogiosos y sobre todo impresiones a nivel de calle que me animaban a agruparlos. Ahora no se hace otra cosa que formalizar las muchas peticiones que me han formulado a este respecto gracias a la generosidad del Ayuntamiento. No salen todos, no se acompañan de viejas fotos, como hubiera sido mi deseo, pero hay que recordar que seguimos en crisis.

P.- “Parte de una historia” recoge recuerdos e imágenes que forman parte de su infancia. ¿Qué Águilas nos vamos a encontrar en esta publicación?
R.-Águilas siempre ha tenido, como las personas o la propia vida, diversas caras. Hay una amable, bella y divertida y otra de rostro más triste, con retraso industrial, desmantelamiento de la industria espartera y ferroviaria, trabajos artesanos, zona la aguileña, como ahora, alejada de los circuitos turísticos y de los tours operator. Un pueblo dulce, para ser vivido felizmente y parcelas atrasadas que sería conveniente subsanar. Prefiero la realidad a la idealización, la verdad a la falsificación, en general tiendo al equilibrio de fuerzas.
P.- Además del mar, ¿qué conserva Águilas de aquella época?
R.-El paso de los días contempla la modificación en las costumbres. Ahora se depende estrechamente de la televisión que nos nivela, unifica y estandariza a todos y hay poca gente que escape y se labre por sí mismo una conciencia personal. Los medios se imponen y nos imponen. Antes se vivía más al aire libre, se hablaba, se leía aunque había peores condiciones, no había bibliotecas, no había instituto, había que luchar más por conseguir algo. Ahora, esta terrible crisis, tan larga, nos iguala por abajo.
P.- Dice que este libro lo publica con la intención de recuperar un tiempo pasado. ¿Cree que es importante que los jóvenes conozcan la Águilas de hace cincuenta años?
R.-Dicen que los pueblos que no saben su historia están obligados a repetirla. Me gustaría saber que el libro le vale a las siguientes generaciones de aguileños. Sería un honor superior a cuanto espero.
P.-¿Se considera un hombre nostálgico de aquella época?
R.-Nada nostálgico. Queda claro que la infancia es el paraíso dorado y que la adolescencia es la era naranja de nuestras vidas. Pero muchas veces, con ironía, indico que me hubiera gustado nacer cincuenta años después de cuando vine al mundo. Todas sus épocas tienen sus pros y sus contras, sus aspectos positivos y negativos. La realidad es más compleja de lo que se presume y cuesta trabajo deslindar ahora lo mejor y lo peor de aquellos días. Creo que estamos ahora en uno de los momentos críticos más duros de la historia de España, uno de esos tiempos que no merecen ser vividos, llenos de incertidumbre, degradación y corruptelas. En aquellos días prevalecía el silencio por encima de todo, se hablaba a medias, pendíamos de un hilo que se había roto años antes. Nada sabíamos, vivíamos en un tiempo feliz.
P.- En “Parte de una historia” recoge anécdotas de personajes muy aguileños como “el Emiliano”, “el Tío bolas” o “el Popeye”. ¿Cree que Águilas volverá a dar personajes tan entrañables como ellos?
R.-Podría decir que sí si se sabe mirar y se escarba bien. Podría decir que no si tenemos en cuenta que se trata de fuertes individualidades que han dejado su impronta con el paso de los años, circunstancia nada fácil de conseguir. Hay que ser hoy en día muy inteligente o muy golfo para dejar huella. Hay mucha gente todavía que recuerda a los viejos médicos, la simpatía de Vicente Bayona, la inteligencia de mi tío Eduardo Fernández-Luna, las matemáticas de don José Martínez Flores o de Andrés Corredor, los establecimientos antiguos, las antiguas formas de vida. Hay que decir que el libro en general responde al encuentro entre dos culturas que se enfrentan en la escritura, claro está.
P.-¿Qué es lo que recuerda con más cariño de su infancia?
R.-La memoria es caprichosa y retiene lo que le interesa o lo que dispone. Yo he partido de imágenes que se me han quedado grabadas en la memoria, de escenas mudas a las que le puesto palabra, de recuerdos lejanos o livianos, de estampas como las de carrito del chambi o el congelador de los polos. No me vanaglorio de contar con buena memoria, últimamente la pierdo a chorros, pero podría empezar recordando los partidos en la playa, los juegos infinitos, los desplazamientos, las películas en el Ideal, los estudios en la Academia Urci, la infinita inocencia. Águilas ha sido un fanal de luz para mí y lo sigue siendo. Aquí respiro mejor que en ninguna parte y eso que en los últimos años, para estar con mis hijos, no paro de viajar por Andalucía y Cataluña.
P.- El título del libro es “Parte de una historia”. ¿Qué historia? ¿La suya o la de Águilas?
R.-Evidentemente la mía. Y solo una parte, y no la totalidad, como dicen las historias. Una visión muy personal- escribir de Águilas sin copiar está empezando a ser difícil- con una escritura muy subjetiva. No he ido a la tarea para rastrear un proceso ya muerto, como hacen los cronistas. Prefiero la viveza, la naturalidad, la ficción. Hay bastante literatura si bien se piensa y se lee. De la misma manera van saliendo los problemas colectivos de aquel tiempo de manera oblicua, así que hay razón general asimismo.
P.- Usted ha escrito más de una veintena de libros además de ser crítico literario. ¿Puede un crítico criticar su propia obra?
R.-La palabra crítico tiene muchos campos semánticos. Suele ser el crítico -aparte del que aporrea o denuncia o ataca- una persona especializada en una materia, avezado en una parcela literaria, por ejemplo, como es mi caso, de la narrativa. Más de la mitad de los cuatro o cinco mil artículos que yo he escrito en prensa regional -especialmente en La Opinión- o nacional están dedicados a la novela o al cuento. Leo bastante poesía pero no suelo escribir sobre ella. No es aconsejable que yo critique mi propia obra, pero diría que tiene algo de costumbrista, bastante resonancias poéticas y respira aguileñismo por todos los poros.
P.- Ha estado vinculado al Instituto Alfonso X El Sabio, como director y docente, durante más de treinta años. ¿Qué diferencia hay entre la educación de antaño con la del siglo XXI?
R.-Una distancia enorme con una devaluación tremenda en breve tiempo. Yo me fui a la Consejería de Educación para fundar el Servicio de Publicaciones en el año 2000 -más tarde dirigí la Editora Regional de Murcia allí mismo- y volví al centro, ya con Logse, en el 2007 para despedirme. Todo había cambiado de forma radical y sentí la necesidad de la retirada inmediata de la enseñanza pese a que ha sido mi pasión, compartida con Águilas, durante mucho tiempo. Estábamos en otro mundo, en otra cultura, con profesores desmotivados, niños a la ofensiva, niveles ínfimos, un desastre provocado por los dos grandes partidos que han politizado la educación, no han firmado el pacto necesario y han impedido que sean los técnicos en educación y el profesorado los que solucionen los mismos conflictos de la educación, la que debería ser columna vertebral de la nación. No iremos a ninguna parte de seguir en las mismas circunstancias. El tema de la enseñanza me interesó siempre y en un libro de En torno a la tiza he recogido mis impresiones. En Parte de una historia penetra con bastante frecuencia.

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