ARTÍCULO DE OPINIÓN: «DESDE HACE MUCHO, DEMASIADO…»

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AUTORA: Isabel María Pérez Salas
https://elblogdeisaperez.blogspot.com.es

Desde hace mucho, demasiado, me levanto cada día con las imágenes de algún atentado, algún bombardeo, y muchas muertes de inocentes en diferentes lugares del mundo. Son las muertes de niños, mujeres, ancianos y hombres, que jamás tuvieron en sus manos un arma que no fuera la inocencia y la lucha por la libertad, sin haber matado por ello a ningún semejante. Es atroz acostumbrarse a este tipo de noticias, aunque no por ello dejas de sentir pena por los muertos y asco por los asesinos. 

Mueren cada día miles de personas en el mundo a causa de atentados, bombas, locos con pistola… Pero es cuando atacan nuestro corazón europeo cuando más nos solidarizamos con la vida. Los ataques en la parte interior de los muros de Europa son para nosotros ataques a nuestra casa, a nuestra paz y nuestra seguridad. Yo no me siento culpable por sentirlo así. Europa es mi casa, mi universo conocido. España es mi patria y mi hogar, y no quiero que nada ni nadie altere eso, porque un ataque en París, en Madrid o en Londres,… es un ataque a mi hogar, a mi familia. A mi vida.

La situación mundial hace mucho que se escapó de las manos de los dirigentes políticos del mundo y el 13-N es una muestra de ello, que nos ha hecho a todos darnos cuenta de lo vulnerables que somos. Ahora más que nunca, la unidad del pueblo europeo es imprescindible. Pero más imprescindible aún es que nadie se sienta con el derecho a matar en nombre de Dios, de ningún Dios. Que nadie piense que tiene el derecho a decidir hasta cuándo vive o cuándo muere otro ser humano. Nadie en este mundo tiene derecho a atacar a nadie. El problema es que ellos, los asesinos, no ven al resto de la humanidad como semejantes, y me da mucha pena no saber qué somos para ellos, teniendo en cuenta el odio con el que están manipulando la vida. Los terroristas no sólo están matando inocentes; también están matando el corazón de las personas tolerantes, junto con sus buenos sentimientos. La tolerancia y la solidaridad terminarán por desaparecer de nuestros corazones, porque son nuestros corazones los que están siendo atacados; y en su resurgir serán, siempre, más duros, más fuertes y menos vulnerables.

Yo, en mi ignorancia, les pregunto a los que cada día toman un arma para sesgar vidas: ¿Por qué os levantáis una mañana con la decisión tomada de que ése va a ser el último día de la vida de cientos, miles de personas? ¿Quiénes creéis que sois para tomar esa decisión? ¿Creéis que sois más justos, más dignos de vida que yo? ¿Creéis que por llevar colgada una pistola al cinto y pensar que la humanidad necesita una lección inolvidable, vuestra vida vale más que la mía? ¿Habéis pensado que, posiblemente, la mayoría de los que habéis asesinado, eran personas tolerantes, generosas, solidarias; madres, padres, hijos de alguien que ahora ya no tendrán a quién abrazar ni besar? ¿Sabéis que todos ellos rezaban a un Dios, algunos al mismo Dios al que vosotros adoráis? Ya que matáis en nombre de Dios, al menos que eso os haga pensar en si somos tan diferentes unos de otros como vosotros claramente creéis. Todas esas personas a las que habéis asesinado son ahora almas inmortales presentes en la vida de todos los que odiamos y condenamos la violencia de cualquier tipo. Ahora están más vivos que nunca, porque ya nunca morirán. Vivirán siempre en nuestro recuerdo, anclados a la repulsa y la ira que nos producen estos atentados, sean dónde sean. Sean por la causa que sea.

Y mientras muchos, demasiados, lloran a sus muertos, el mundo sigue girando con esa vertiginosa locura en la que unos van de viaje, otros de cena con amigos; otros se arrullan en el sofá de casa con la seguridad de que están a salvo de cualquier mal al sentir el latido del corazón del que tienen a su lado. Es terrible, pero es así. 

Nunca podré decir que sienta igual las muertes de Irán, Irak, Siria,… que las producidas el 11-M en Madrid o las de París de la pasada semana. No, no las siento igual. Todas ellas me producen una profunda tristeza, rabia y dolor, pero las más cercanas, además de todos esos sentimientos, me producen unas terribles ganas de venganza por ver amenazada mi vida y la de los míos. Sí, soy egoísta; quiero que mis hijos tengan una vida larga, segura y feliz.

Nadie tiene derecho sobre nadie, sea del color que sea; profese la religión que sea; crea en lo que crea; sea como sea y lo que sea.

Nadie debería morir a manos de nadie.

Nadie tiene derecho a decidir por mí. Nadie es mi dueño, ni dueño de mi vida.

Cuando atacas mi hogar, me atacas a mí.

Je suis Paris. Je suis le monde.

Je prie por la paix.

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