“LA DULCE ALIANZA”, DESPUÉS CONFITERÍA ENRIQUE

La Dulce Alianza 1880” fue una confitería fundada, en la Plaza de España, en el número 9, donde se encuentra hoy la Cafetería Gentleman por los hermanos Sánchez José y Enrique. En 1927 cambia de nombre a Confitería Enrique, pasándola al nº 15, donde se encuentra hoy la "Pastelería Katy", lugar en que permaneció hasta 2009

Por Juan Hernández
La Dulce Alianza 1880” fue una confitería fundada, en la Plaza de España, en el número 9, donde se encuentra hoy la Cafetería Gentleman por los hermanos Sánchez José y Enrique. En el momento de su cierre era la confitería más antigua que había en nuestra localidad.
En 1905 nace Enrique Sánchez Rostan, hijo de José y sobrino de Enrique, el que se crió entre dulces y desde muy joven tuvo que hacerse cargo de la confitería por el fallecimiento primero de su tío y poco tiempo después de su padre, en 1925.
En 1927 cambia de nombre a Confitería Enrique, pasándola al nº 15, donde se encuentra hoy la «Pastelería Katy», lugar en que permaneció hasta 2009.


Desde que está en este domicilio ha tenido dos grandes reformas en los años 1985 y 1991, ya que una de las paredes que separaba el mostrador del horno era de la madera de las cajas de botellas de coñac, aunque ello diera lugar a confusiones y se pudiera pensar que la pared tenía “solera”.
Pedro Gutiérrez Giménez (Pedrín el confitero) relata con añoranza y recordando los más de 50 años trabajados en la confitería Enrique. Entró como aprendiz en la confitería de sus tíos con 12 años en el año 1959. Nos explica que sus tíos Enrique y Carmen se casaron en 1930 y desde esa fecha llevaron la pastelería hasta el fallecimiento de su tío en 1964, fecha en la que pasa a hacerse cargo del negocio su tía Carmen y poco tiempo después tomó él las riendas de la misma hasta su cierre en el año 2009 por su jubilación. En la actualidad la confitería está arrendada a la empresa «Pastelería Katy».
Aunque ha sido un negocio familiar hubo varios empleados. En especial nos gustaría hacer mención -por dejar muy buena huella- de Rafael López Garrido. Entró como aprendiz a los 9 años, jubilándose en el año 2006, estando 56 años en la confitería. Resaltar su comportamiento tanto profesional como humano a lo largo de tantos años ha sido intachable, como uno más de la familia. Así, que un negocio funcione durante tantos años se debe sin duda a la profesionalidad de las personas y a la buena acogida de los clientes.
Dice Pedro que la confitería generalmente ha funcionado muy bien y que a lo largo de casi 130 años ha habido de todo, sin duda, más bueno que malo. Las especialidades que encontrábamos en el establecimiento: «tortadas”, “teta de vaca”, “milhojas”, “Gildas”… toda clase de pasteles y destacar los riquísimos dulces de Navidad.
Son muchas las anécdotas que guardan esas cuatro paredes y que nos relata Pedro. Cada vez que se hacían palmeras, estando aún calientes, siempre aparecía Manuel Gris, “Manolo el de los periódicos”, de «catador”, para darle el visto bueno. Se comía dos o tres y si no estaban calientes había que encender el horno y calentarlas…. Era un buen amigo.
Durante muchos años se había estado dando “fiao” y unos pagaban cuando querían y para otros no llegaba ese momento nunca… dice Pedro, que su tía no se enfadaba ni le ponía mala cara a quien le debía.
Había personas que iban a la confitería y pedían un dulce, le daban un bocado y después decían que no tenían dinero. La primera vez se le daba el dulce pero cuando lo hacían de manera continuada, aun estando mordido, no se le daba.
Hubo un señor que compró varios dulces, se buscó en los bolsillos el dinero y comentó que se le había olvidado en el coche, como tenía los dulces en la mano explicó que iba al coche a coger el dinero y todavía lo están esperando.
Este escrito es especialmente emotivo para mí porque cuando entré en la policía, en 1977, conocí a la “chacha Carmen”, una mujer entrañable y buena para todo el mundo, una persona que cuidaba con cariño a todo el cuerpo de la Policía Local y una persona muy especial para mí, espléndida, dulce como los dulces que vendía, persona que siempre tenía una sonrisa… La recuerdo sentada en su silla en el interior de la confitería, cuando pasábamos por la puerta y no entrábamos y nos llamaba… En fin, guardo un muy buen recuerdo de una buena mujer que siempre decía que lo importante de la confitería eran los clientes… Y yo digo ¡¡¡ y unos dulces riquísimos¡¡¡.
El mejor reclamo era el pasar por la puerta aún sin entrar y el sentido del olfato despertaba al momento, el olor a dulce hacía que te apeteciera entrar y degustar todo.

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