1927. 30 muertos en Pulpí en el tren que iba Águilas, una población que quedó conmocionada

Hace más de 80 años en la localidad de Pulpí se vivió la mayor tragedia ferroviaria vista en la provincia de Almería, con la muerte de 30 personas. La mañana del 25 de mayo de 1927, el municipio de Pulpí se vería inmerso en una terrible tragedia. Un tren correo que acababa de dejar la estación de Pulpí dirección Águilas fue asaltado por un convoy cargado de mineral de hierro que venía también para Águilas, pero descontrolado, sin frenos sin tiempo, por ambas partes, de hacer nada para evitar la colisión.Era un tren descontrolado de 12 vagones yankis que se subió sobre los últimos vagones de pasajeros,
A las cinco y media de la tarde comenzar a identificarse los primeros cadáveres. El maquinista y fogonero del tren mercancías salvaron la vida en el último momento saltando de la locomotora en marcha al darse cuenta de que el choque era inevitable.
Los vecinos de Pulpí se volcaron en ayudar a las víctimas, la noticia del accidente se extendió rápidamente por todos los pueblos vecinos, llegando los primeros auxilios desde Cuevas de Almanzora y desde Águilas, ciudad de donde salió un tren de socorro con los doctores Santamaría y Calero al frente, acompañándoles los practicantes Fernández y Romero, así como sanitarios diplomados de la compañía ferroviaria y un grupo de Exploradores de Águilas, que hicieron las veces de camilleros. En Pulpí no había centros sanitarios, por lo que los heridos fueron llevados en los escasos vehículos que entonces había a los hospitales de Águilas, Lorca e incluso alguno a Murcia, pero las heridas eran gravísimas y muchos de ellos murieron antes de recibir asistencia sanitaria. En el cementerio de la población fueron depositados ese día diez cadáveres, pero no hay datos concretos del número de fallecidos en los días posteriores al accidente, calculándose en más de una veintena las víctimas mortales.
De madrugada murió en el hospital de Lorca Luis Sánchez, un carabinero de Águilas, en el hospital de aquella ciudad murió también Adoración Castell, la esposa del jefe de estación de Jaravía, así como Teresa Fernández, la joven madre de 24 años que iba a bautizar a su hija de 15 días, bebe que se salvó al ser protegido por el cuerpo de su madre. Horas antes habían muerto en el acto durante el accidente, su marido Diego Beas, empleado de la compañía férrea y el hijo de ambos de tan solo cuatro años de edad. A Teresa le tuvieron que amputar las dos piernas al llegar al hospital aguileño, y al recobrar durante unos instantes el conocimiento antes de morir, solo tuvo tiempo para preguntar si su bebe vivía, suplicando al doctor que le atendía, que por favor se hiciese cargo de ella pues se quedaba sola. Fueron varios los heridos en ese accidente a quienes se les amputaron las piernas, entre ellos a María, la novia que había venido a Lorca a por el ajuar de su boda, siendo su estado gravísimo al ingresar en el hospital, como también el de su hermano Juan Manuel que le acompañaba en el viaje.
El entierro de los fallecidos fue seguido por todo el pueblo de Águilas, presidiendo el cortejo fúnebre el entonces joven presidente de la Diputación Provincial de Murcia, José Ibáñez Martín, acompañándole los alcaldes de Águilas y Lorca, Carlos Marín y José Rodríguez, el conde de San Julián, el teniente coronel de la guardia civil con sus jefes y oficiales, los inspectores jefes de Correos de Murcia y Almería y los administradores de Correos de Lorca, Águilas y otros pueblos almerienses, destacando entre todas las coronas recibidas, la que ocupaba un solo coche y que había sido ofrendada por los empleados de correos a su compañero Luis Tomás, el fallecido y admirado funcionario que prestaba servicio en el vagón de Correos.

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