El pueblo de Águilas vivirá el primer Carnaval sin ‘¡agua!’

Este año se marchaba para siempre uno de nuestros personajes más queridos
Este Carnaval, sin duda, va a estar marcado por un luto que los aguileños pensábamos que nunca llegaría porque es que hay personas que creemos inmortales, que confiamos en que la vida, haciendo justicia, nunca va a arrebatarnos.
Desgraciadamente, uno de los personajes más entrañables de nuestro pueblo querido se marchaba el pasado año como vivió la última etapa de su vida, en silencio.
Sin hacer ruido decía adiós a su bastón, su ‘cigarrico’ y su gorra, casi su única compañía en sus últimos años.
Quién no se ha emocionado al verle -sin faltar a una sola de las citas- encabezando el desfile ataviado con sus improvisadas galas al ritmo de esa charanga que nos ponía los ‘pelos de punta’, abriendo la cabalgata, con esa sonrisa inmutable que se ganaba el aplauso unánime de las gradas, poniéndolas en pie, como si pasara no una máscara, sino el rey de todos los aguileños.
Y es que en cierto modo lo era, porque si había alguien que vivía nuestro Carnaval y lo exprimía hasta la última de sus gotas -vino, cuerva o lo que se terciara- ese era él, repartiendo riqueza por donde regalaba sus pasos, haciéndonos un poco menos pobres -de espíritu- repartiendo billetes ‘de los gordos’ con su cara de rey de los mares.
Ni que decir tiene el sentido del humor que se gastaba nuestro ‘dibujo animado’ hecho realidad, porque no sólo no se molestaba cuando uno le saludaba gritandole : “¡Popeyeeeee!” sino que, con la mejor de sus sonrisas respondía con el que se convirtió, con el paso de los años, en su grito de guerra: “¡Aguaaaa!”.
Cómo olvidar su facha vestida de ‘señora’, abrigándose del frío con el sólo manto de la cuerva, mostrando sus tatuajes de marino y saludando con la picardía de uno que criticaba riendo, que sacudía su alma al compás de las palmas de los espectadores del desfile.
Si alguien tenía la virtud de sacar una sonrisa hasta al más soso ese era él, que se frenaba delante del callado para hacerle, a fuerza de aspavientos al compás de la banda, aplaudir y levantarse de la silla -fuese o no esa su voluntad-.
Sí, ‘Popeye’, este año has dejado huérfano al Carnaval de Águilas pero seguro que, donde quiera que estés, gritarás con todas tus fuerzas para que todos podamos oír , dentro de nuestros corazones, lo que siempre tenías que decirnos: “¡Aguaaa!”

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