LA ALIMENTACIÓN SÍ IMPORTA EN EL CÁNCER

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El cáncer, la enfermedad de pobres y ricos, sigue constituyendo una de las principales causas de morbi-mortalidad del mundo. Las estimaciones poblacionales indican que el número de casos nuevos aumente en las dos próximas décadas a 22 millones de casos nuevos al año.
Un estilo de vida saludable está estrechamente vinculado con la prevención del cáncer (fundamentalmente, el de mama, colon y esófago) y por ello, la alimentación sí es importante para reducir el riesgo de desarrollar esta enfermedad e incluso, puede contribuir a mejorar la calidad de vida de quienes ya padecen cáncer, pero sólo la dieta no puede curar esta patología.
Según la A.E.C.C, más de 32.000 muertes anuales por cáncer en España son debidas una dieta inadecuada y al sedentarismo. Y es que la sociedad, aún no se ha concienciado de la importancia de una buena alimentación, en todos los sectores, desde niños hasta ancianos. En el 88% de la población infantil y juvenil la ingesta total de grasa es excesiva. La obesidad infantil se ha triplicado en los últimos 20 años. Y si además, a esto le sumamos, la vida sedentaria que casi la mitad de los españoles llevamos, confirmamos la alta incidencia de mortalidad. Aproximadamente entre 6.000 y 14.000 de los fallecimientos por cáncer son consecuencia de la obesidad y el sobrepeso.

La obesidad es uno de los factores de riesgo más importantes en el desarrollo de un cáncer. Los tumores más relacionados con la obesidad son los de esófago, estómago, colón, mama, útero e hígado.
Una dieta rica en frutas y verduras reduce el riesgo de desarrollar cáncer, mientras que una alimentación pobre en fibra, con exceso de alcohol, carnes procesadas y sin casi antioxidantes es siempre un factor que predispone al desarrollo de esta enfermedad degenerativa.
Igualmente, el asesoramiento nutricional y el cuidado de la dieta como acompañamiento de los diferentes tratamientos del cáncer (cirugía, radioterapia y quimioterapia) siempre es favorable para reducir síntomas, mejorar la ingesta de alimentos y proteger el estado nutricional de los afectados, así como mejorar la calidad de vida de los mismos.
Por esta razón, la alimentación no debe de descuidarse, debemos considerar la adecuada ingesta de frutas y verduras, crucíferas como el brócoli y frutos rojos son los más vinculados a la prevención del cáncer, por su alta concentración en antioxidantes. Pero hay que ser realista y quitarnos la idea de que determinados alimentos, platos y/o hábitos alimenticios pueden curar el cáncer.

Un paciente bien nutrido aumentará su bienestar, mejorará la tolerancia al tratamiento y su recuperación posterior. Además, una intervención nutricional precoz y sostenida en el tiempo puede ayudar al paciente a prevenir la desnutrición y la pérdida de peso.
La alimentación que siga el paciente es clave para evitar la aparición de otras enfermedades como, la anorexia, la pérdida de peso y la caquexia y, muchas veces, las cirugías, los medicamentos o el mismo tumor, pueden reducir el apetito e, incluso, cambiar el sabor de los alimentos (disgeusia) de estos pacientes. Para evitar estas enfermedades la función del nutricionista-dietista es fundamental en el paciente oncológico.

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