«Detrás de un traje viejo, roto y empobrecido, se puede encontrar un corazón generoso y humilde»

UN DÍA CON BEATRIZ GARCÍA ROMERA

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Nuestro equipo ha visitado esta semana a la polifacética y conocida Beatriz García Romera y hemos de confesar a nuestros lectores que la visita no nos ha dejado indiferentes.
No es costumbre ver a una persona de su posición con el corazón encogido por el hecho de que vayan a echar a una familia de su casa. Pues Beatriz sí es así, considera que lo que quizás ella haya tenido más fácil para otros es un imposible

Lo realmente loable es que nunca se ha quedado de manos cruzadas, como hacemos la mayoría, compadeciéndonos, sino que ha dedicado su vida a los actos.
No ha intentado, al contrario , su vida es un resumen de logros que ya es hora de que se le reconozcan y, cómo no, sirvan de ejemplo para otras muchas personas que puedan conocer, si aún les es desconocida, la palabra solidaridad.
Quizás estas letras –seguramente lo harán- se queden cortas para agradecer todo lo que esta señora ha hecho por los demás. A continuación destacaremos algunas ya que todas sería imposible, imposible porque resumen toda una vida de entrega y dedicación completamente desinteresada.
Ha sido condecorada en casi medio centenar de ocasiones por hacer “lo que más me gusta que es ayudar a las personas ,sobre todo a los ancianos y los niños, porque siento por ellos una debilidad especial originada por su situación de vulnerabilidad”.
No hay que titubear para decir con orgullo que ha salvado varias vidas –aun poniendo en peligro la suya-porque para ella, siempre, los seres necesitados están por encima de sí misma. Ha tenido la suerte, nos cuenta, “de contar con el apoyo inestimable de mi marido y mis hijos” y ahora, tras su jubilación –además de solidaria ha sido siempre una mujer trabajadora que dedicaba su tiempo libre a ayudar a los más desfavorecidos- dedica todo su tiempo a lo que más le gusta: servir a los necesitados y a los colectivos en riesgo de exclusión social.
Es más que evidente que estar volcada tan de lleno en los demás, insistimos, a veces, hasta tal punto de ponerlos por delante de sí misma, es una herencia de su padre, Pascual García Piernas, que fue un empresario lorquino dedicado a la agricultura y a la industria. Nos cuenta que “cuando era pequeña ,en casa, teníamos un salón comedor bastante amplio con una mesa gigante. Esa mesa, a diario, estaba llena de gente necesitada a la que le dábamos de comer. Y no sólo eso, sino que les ofrecíamos alojamiento a quien lo necesitaba, ropa a quien la precisaba y ayudábamos todo cuanto podíamos. En mi mocedad recuerdo que uno de mis hobbies era acudir ayudar a las monjas a planchar”.

«Ayudar a los demás reporta el beneficio de una conciencia tranquila, de una paz y una serenidad que es incomparable a la que ofrece cualquier otra actividad. Recomiendo a la gente que ayude en lo que pueda porque por poco que sea, entre todos podemos hacer mucho más»

Así, educada desde la humildad, su corazón ha ido creciendo por sí solo y ha ido haciendo un hueco sin medida para la gente que, a diario, ha acudido y sigue recurriendo a ella en busca de ayuda.
Ha presidido multitud de Asociaciones relacionadas con la caridad y ha sido galardonada, como ya hemos dicho antes, por una gran cantidad de asociaciones así como colectivos de todos los grupos.
El proyecto que maneja con soltura en el que se encuentra volcada al cien por cien en la actualidad es en el Rastrillo Solidario, sito en la Calle Iberia, en el bajo, lo que en la localidad es más conocido como Piso Montiel. Esta asociación cuenta con la astronómica cantidad de 2005 socios y cuyo funcionamiento es un tanto peculiar. Los socios no contribuyen económicamente, es decir, que no existe, como en otras asociaciones, una cuota, sino que su colaboración se basa fundamentalmente en las aportaciones y la colaboración con una de las cosas más valiosas que existen en este mundo, uno de los regalos más bonitos que se le pueden hacer al prójimo: el tiempo.

«No hay mucho espacio en mi corazón para el rencor pero siempre recordaré a aquel señor que destrozó nuestro primer rastrillo, al lado del Bar El Tiburón, porque decía que la gente que acudía era gente mal vestida, con «mala pinta» y que él desde su balcón quería ver cosas bonitas. Su egoísmo fue más allá de sus palabras y entró causando pérdidas de hasta 2000 euros»

Los socios donan cosas para luego venderlas en el rastrillo, cuyos fondos van destinados en exclusiva a la lucha de “una de las lacras de nuestra egoísta sociedad, los desahucios”, comentaba Beatriz a nuestro equipo. Además nos confesaba un sueño, su proyecto con el que, asegura, “moriría feliz si lo consiguiera”, que sería disponer de una extensa finca para dar cobijo a la gente, las familias necesitadas donde pudieran acudir a su propio colegio y autoabastecerse ayudándose unos a otros.

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Imagen del libro de firmas del Rastillo
Con su proyecto del Rastrillo, son más de 200 las familias que se han beneficiado de su ayuda y se dedica, personalmente, al cuidado de niños que por tristes circunstancias han sido abandonados por sus progenitores. Por esto y mucho más, que no sólo le agradecen sus 33 ahijados de diversas culturas sino los demás, los aguileños, estamos en la obligación de dar las gracias.
Por esta señora que se desvive por ayudar a los demás, de manera altruista y humilde, porque sus sueños se hagan realidad y porque es un ejemplo a seguir por todos, desde nuestras páginas lanzamos al aire una palabra que valoramos poco –por lo mucho que tenemos y no somos conscientes- con sus siete enormes letras: GRACIAS.

Colaboración TEXTO Y FOTO: Ana Gualda

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