«El apodo viene de antiguo. Mi abuelo trabajaba en una compañía minera que se llamaba Bacares…»

Son 40 años de servicio en Águilas. ¿Qué balance hace cuando mira atrás?
Cuando miro atrás veo que he hecho muchas cosas; algunas de ellas sin esperar reconocimiento, porque era mi trabajo y he mirado siempre por el pueblo. Lo que me han pedido, si he podido hacerlo, lo he hecho. He ayudado todo lo que he podido. En fin, me siento satisfecho.


Durante todo este tiempo, tendrá miles de anécdotas. ¿Puede contarnos algunas especial?

Anécdotas te podría contar un montón. Me acuerdo una vez que nos llamó Fermín Asensio diciendo que había un coche aparcado en su vado y tenía que sacar su vehículo. Fui y me encontré dentro a una señora, que era la esposa de nuestro amigo, que en paz descanse, Antonio “el cigarrillo”. Como se había dejado las lleves puestas, me metí y le “robé” el coche. Y él, que estaba en el banco, cuando vio pasar su coche salió gritando “que me roban el coche, que me roban el coche”. Fue muy divertido. Luego le devolví el coche y también a su mujer.

Como las monedas tienen cara y cruz, habrá vivido momentos buenos y malos. ¿Qué momento le habría gustado no vivir?
Una experiencia muy dura fueron las inundaciones en Lorca en el año 73. Y el año pasado, coincidieron los terremotos con mi última noche de servicio. Me enteré de que iban a ir siete agentes a ayudar y me fui con ellos. Estuvimos toda la noche patrullando. Fue una desgracia grandísima y es difícil contar lo que sentí en aquel momento.

Desde aquel año 71 en el que entró como policía raso hasta ahora, ¿cómo ha cambiado el cuerpo?

Ha cambiado mucho. Hoy tenemos una plantilla de alrededor de 77 agentes, con un oficial, un subinspector… Y en aquellos entonces éramos cuatro agentes motoristas y dos a pie.

Le hicieron un homenaje hace poco con motivo de su jubilación.

Sí, me hicieron un homenaje el día 4 en el hotel Don Juan en el que lo pasé muy bien. Me sentí como el crío que le dan el primer juguete. Los años que he estado de servicio nunca me habían hecho algo así. Me regalaron una placa de sargento honorífico. Y es que he hecho de cabo, he hecho de sargento, he hecho de jefe… En fin, de todo lo que me han mandado. Y me dio una gran alegría que me concedieran esos galones. Les debo este homenaje al oficial jefe, José Luis, al subinspector, José Antonio, y a la compañera Loli, que fueron los que organizaron el evento.

¿Qué sintió cuando le entregaron esas placas?

No lloré, pero por dentro sentí una emoción grandísima. No fueron sólo las placas; me regalaron incluso un reloj los compañeros de Aquagest, a los que les doy las gracias, porque siempre hemos estado colaborando. Y por parte de amigos, recibí muchos detallitos. También vino desde Cartagena el sastre que nos suministra los uniformes y su hijo.

Su nombre es Francisco Martínez, pero todo el mundo le conoce como Bacares. ¿De dónde viene ese apodo?
Como Francisco Martínez no me conoce nadie. El apodo viene de antiguo. Mi abuelo trabajaba en una compañía minera que se llamaba Bacares y entonces comenzaron a llamar a mi abuelo con ese apodo. De ahí pasó a mi padre, a mí, e incluso a mi hijo le llaman Bacares. Y ahora tenemos otro, un pequeño Bacares que es mi nieto. Tengo cuatro nietos, tres niñas y un niño, que es el que ha heredado el apodo de Bacares.

¿Cómo es su vida de jubilado?
Pues voy a tomarme el café donde siempre me lo he tomado. A las nueve menos diez voy a recoger a mi nieta y la llevo al colegio porque hay que ayudarle a las hijas. Y hago los mandados de la casa.
Y, aunque vaya de paisano, si ve a dos jóvenes sin casco en una moto, o haciendo algo indebido, ¿le sale el policía que lleva dentro?
Sí, a algunos le digo que se lo pongan o que se lo abrochen, pero como somos tan conocidos, incluso se ríen. Siempre me ha gustado más aconsejar que ir directo a la sanción. He buscado siempre antes el diálogo.

¿Es Águilas un pueblo con mucha delincuencia?
Sí que ha habido, pero no tanta como en otros sitios. Se conocían los tres o cuatro que habían, que han dado mucha batalla, pero, gracias a Dios, no ha habido grandes problemas con ellos. Pero sí que ha habido algunos que nos han dado mucho trabajo, sobretodo en los bares. Pero hoy la dinámica es muy diferente. El tipo de delincuencia ha cambiado.

Un rincón de Águilas: Mi casa
Un libro: Me gusta poco leer.
Una película: Las del Oeste de Clint Eastwood.
Un color: El azul de la Policía.
Un número: El 19.
Una flor: La rosa.
Una comida: La paella.
Un deseo: Que me toque la lotería.
Un recuerdo: Mi madre.
Un amigo: tengo muchos.
Un amor: Mi mujer, es la única.

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