Verdad diversa

El otro día, una carta al director en un periódico regional me resultó curiosa.
Decía la verdad, algo que no deja de ser más que una interpretación de la verdad.
A cada cual le gusta interpretar la realidad en función de su punto de vista. Es inherente al ser humano social. Afortunadamente. Ya parece que hemos superado las peores previsiones de los escritores y filósofos más pesimistas con la posibilidad de que impere el control de la sociedad a manos interesadas, del control del pensamiento, del control de todas y cada una de las acciones del ser humano como individuo, en sí mismo y en relación con los demás. Bueno, lo hemos superado a medias, porque el borreguismo abunda y crece , incluso. Al menos hasta ahora, lo hemos casi conseguido.

Ya veremos más adelante, cuando el estado policial avance, que siempre supone tendencia natural en los que toman decisiones: tomar eso, más y más decisiones en nuestro nombre.

Ya veremos, ya veremos. Si es que lo vemos. En la lucha estamos. Por la dignidad.
Pues, a lo que iba, el buen hombre criticaba la orientación de la medicina española actual en hacer operaciones atrevidas, como poner dedos de los pies en las manos, o sacar de un antebrazo el músculo suficiente para rehacer un pene para, más adelante, incorporarle un sistema hidráulico para que el miembro haga su función completa.
Con esas intervenciones los médicos consiguen salir a los medios de comunicación cada vez que las hacen públicas, incluso con fotos de muñones.

Pero el hombre se quejaba de que si el tiempo se dedica a estas filigranas, las listas de espera no avanzan, las colas para operaciones normalitas no se agilizan y las urgencias no dejan de masificarse.

Posiblemente tenga razón el buen hombre y le avale la experiencia de muchas horas de cola en centros de atención primaria o en la visita al especialista. La cuestión es que la verdad tiene varios filos, como las navajas (de dos filos) de Albacete y se puede pensar que los médicos que hacen las mencionadas filigranas no son los que le van a atender a uno, mortal humano de tropa, sino innovadores y preparados doctores que experimentan con quien le da la oportunidad.

Es cierto que los que preferimos acudir a la sanidad pública sobre la privada nos encontramos con colas para todo, con despistes clamorosos y errores burocráticos casi habituales, pero no nos debería importar que haya quien investigue y resuelva problemas hasta la fecha sin solución, como esa señora a la que extraen un tumor de riñón por la vagina o un hombre sin dedos en la mano u otro sin pene, con muy mala solución. Hasta ahora. Lo bonito sería que las listas de espera fueran cortas, que todo funcionara mejor y que los investigadores y atrevidos no tuvieran quejas del usuario, pero no todo lo podemos conseguir.

Es cierto que ahora usted o yo no necesitamos que nos pongan orejas para sujetar las gafas porque un frío repentino en un viaje a Siberia nos las ha tirado por tierra como si de cartón se tratara, pero pudiera suceder. Y quizás no haya médico que se atreva a cortarnos una chulla de algún otro cartílago para colocarnos orejas nuevas, aunque sean de soplillo.

No deja de ser otra interpretación de la verdad.

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