De la invasión rusa en Ucrania, a una nueva vida en Lorca

Adriana Romanyuk es una joven ucraniana de tan sólo 17 años que llegó hace dos meses a Lorca con su madre y su hermano menor, escapando de la invasión rusa en su país. Sigue con sus clases online y juega al voleibol en la Asociación Deportiva Eliocroca. Su padre y sus abuelos siguen en Ucrania, donde anhela volver

 

Por José David Millán

3261 kilómetros es la distancia que separa Snyatin, en la provincia ucraniana de Ivano-Frankivsk, y Lorca. Apenas 10.000 habitantes residen en esta tranquila ciudad en el oeste de Ucrania, a lo largo del río Prut, a escasos 80 kilómetros de los Montes Cárpatos. Una calma que se vio truncada desde el pasado mes de febrero, cuando comenzó la invasión rusa en el país y cuando Adriana Romanyuk, una adolescente de tan sólo 17 años (cumplirá los 18 en septiembre), tuvo que hacer las maletas huyendo del horror de la guerra y salir del país junto a su hermano menor, y a su madre; una enfermera que podía ser llamada en cualquier momento. Salir del país era cuestión de supervivencia. Y es que en poco más de tres meses, miles de civiles han perdido la vida o resultado heridos, y casi 14 millones de ucranianos, la mayoría mujeres y niños, se han visto obligados a huir de sus hogares debido a la invasión rusa de Ucrania según la ONU. Una escala y velocidad de desplazamiento “nunca vista en la historia”.
El padre de Adriana no pudo abandonar Ucrania, ya que, tras la instauración de la ley marcial, los hombres de entre 18 y 60 años deben permanecer en territorio nacional, preparados para defender a su país cuando sea necesario. Tres días de largo viaje en autobús, 15 horas de espera en la frontera con Hungría, y mucha incertidumbre fueron las compañeras de viaje de Adriana en su camino a Lorca, donde ya vivían desde el año 2000 su tía Svitlana, que tras emigrar en busca de un futuro mejor para ayudar a su familia, se enamoró y se casó con el lorquino Manuel Martínez, y su prima Ludmila, nacida en 2002 fruto de su matrimonio, quien nos hace de traductora de ucraniano en esta entrevista, y que no puede evitar que se le salten las lágrimas mientras habla de lo que está sufriendo su país. “No tenía ni idea qué iba a hacer en España”, señala Adriana.

La joven ucraniana, Adriana Romanyuk entrena con la sección de voleibol de la Asociación Deportiva Eliocroca, donde continúa disfrutando de este deporte con sus nuevas compañeras y con Blas Jesús Martínez, toda una institución del voleibol en Lorca

La joven estudiaba cursos de Economía en Kolomya, a media hora en coche de su ciudad, en una facultad dependiente de la Universidad Politécnica Nacional de Lviv. El próximo mes de septiembre iba a hacer las prácticas en un banco, ya que está en el último curso. Los bombardeos obligaron a Adriana a dejar Kolomya de forma inmediata. “No sabía lo que pasaba. Me despertó una amiga una mañana y tuvimos que recoger las cosas rápido para volvernos a nuestro pueblo”. Dejó en Ucrania los estudios, a su padre, sus abuelos, sus amigos y su equipo de voleibol, con el que disputaba la Liga nacional. Ahora sigue su formación de manera online y entrena con la sección de voleibol de la Asociación Deportiva Eliocroca, donde continúa disfrutando de este deporte con sus nuevas compañeras y con Blas Jesús Martínez, toda una institución del voleibol en Lorca: “estoy encantada con la acogida y muy a gusto con ellas, sólo me falta aprender castellano (risas). Aparte de que el voleibol me apasiona, me ayuda a desconectar un poco de la situación que estamos viviendo y a integrarme mejor en Lorca”. A miles de kilómetros de casa, Adriana ve la situación de su país con impotencia, aunque su prima Ludmila remarca que “en casa intentamos desconectar de las noticias sobre la invasión. Hablamos con mi padre y con mis abuelos para saber cómo están”.
Quiere volver a casa más pronto que tarde, – “no veía mi vida en otro sitio” – pero añade que “el tiempo dirá”. A su corta edad ha visto cómo todo puede cambiar en un segundo y desea vivir el día a día sabiendo que su familia, que es lo más importante, se encuentra bien. Ella, entre tanto, ha comenzado una nueva vida en Lorca, donde pese a todas las circunstancias y adversidades por las que ha tenido que pasar, se comunica constantemente con el idioma más universal y más bonito que existe: la sonrisa. La sonrisa de la paz.

 

La joven estudiaba cursos de Economía en Kolomya, a media hora en coche de su ciudad, en una facultad dependiente de la Universidad Politécnica Nacional de Lviv

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