El ferrocarril marcó la historia de Águilas, a partir de 1903
Si hay algo que me entusiasma del legado de Mario Benedetti es su acertado juego con el tiempo, al que despierta y retrata – eso sí, en un lacrimógeno tono sepia- como nadie a lo largo de sus versos.
Me viene a la cabeza una fragmento que decía algo así: “El olvido no es victoria sobre el mal ni sobre nada, y si es la forma velada de burlarse de la historia. Para eso está la memoria que se abre de par en par en busca de algún lugar que devuelva lo perdido…no olvida el que finge olvido sino quién puede olvidar!”.
Y, es que, este pensamiento bien podría identificar el trato que durante más de 30 años le hemos dispensado a uno de nuestros monumentos más emblemáticos, el Embarcadero del Hornillo, el cual ha sido víctima de una clara falta de concienciación, quedando en el olvido y siendo poco más que una plataforma en pro de los intereses comerciales de una piscifactoria; que, por cierto, pocos beneficios ha dado los aguileños, salvo alguna dorada fugada de las jaulas de engorde y una buena dosis de suciedad continuada en la playa de El Hornillo.
En fin, no deja de ser curioso como hacemos un guiño al ayer, y ahora hablamos de la minería, el esparto o la alcaparra, como pasajeros ciclos económicos en nuestra historia local. Pero no es así, sobre todo el ferrocarril representó un antes y un después en la historia de Águilas, no sólo por el desarrollo económico de la comarca, sino por todo lo que trajo consigo la influencia inglesa: proyección de las primeras películas en cine mudo, introducción del evangelismo, potenciación del teatro y la cultura, conocimiento del fútbol…
En concreto, un 18 de agosto de 1903, se inauguró el tramo de 1.207 metros de longitud entre Águilas y El Hornillo, siendo una línea explotada por concesión por el “Great Southern”, inciada en 1890, tras la puesta en marcha del tramo Almendricos-Águilas.
La idea inicial, tanto del ramal como el embarcadero, hay que atribuírsela a Gustavo Guillman, aunque el primer proyecto -eso sí, fallido por pecar de ambicioso- data de 1887, al que le seguiría un segundo, también descartado, en 1891.
Y, a la tercera va la vencida. En 1900 “The Hornillo Company Limited” llevó a cabo el proyecto definitivo de construcción del embarcadero, dando forma a una instalación que actualmente se alarga en la bahía. Fue todo un éxito y, hasta siete trenes diarios, llevaban el mineral de hierro de las minas de la Sierra de Bacares, en Almería, hasta Águilas.
Han pasado más de 100 años, y gracias al ministerio de Cultura, los aguileños podremos volver a disfrutar del esplendor del embarcadero y de las vistas de la bahía de El Hornillo, un entorno al que mi amigo, tocayo y, sobre todo, gran escritor, Salvador Jiménez se refería en una poesía: “Aquí no llueve nunca, sólo de noche, y en verano, estrellas”.