Coronado, el genio del pincel

Por Lara Díaz
Una persona vital, libre, gran conversador, viajero, vividor, y artista, sobre todo artista. Manuel Coronado nació un 28 de marzo de 1942 en Águilas con una lección clara: ser fiel a sí mismo, un loco que siempre quiso, y ha hecho, lo que ha querido. A los 7 años se marchó con su familia a las Baleares, donde suele dejarse caer con frecuencia. Allí exploró sus inquietudes artísticas gracias al pintor mallorquín Mestre Matas y de la escuela de Artes y Oficios de Palma. En los 60 estuvo becado en Suecia donde consiguió el primer premio de pintura “Composición y figura”.
Etapa en Grecia
Su pasión por los clásicos le llevó a Grecia donde residió durante unos años en Mikonos, Santorini y Atenas. En el 63 viajó a Inglaterra y allí nace su hija Julia. Regresó a Baleares y empieza a exponer su obra allí. También expone en Estocolmo, Canada y Nueva York. Se enamora de Mojácar y pasa largas temporadas pintando en su casa de Alborinque. Águilas le nombra hijo predilecto –antes que Paco Rabal, lo que le llevó a vacilar al actor aguileño en muchas de sus reuniones- poniendo una calle a su nombre, en el Barrio Colón, uno de los núcleos más humildes de la ciudad, y del que se siente orgulloso.
No teme a la muerte porque ha exprimido la vida hasta el último jugo. Ahora, además de presentar su magnánima obra, se dedica a ayudar, aconsejar y animar a cualquier joven que viva la pintura por encima de todas las cosas. Ha coqueteado con la idea del suicidio en más de una ocasión y, según confiesa, se quedó sin blanca y en la calle varias veces. No le importó porque tenía claro que jamás nadie podía arrebatarle su pasión por la pintura y el arte. Cuando alguien escribe sobre él sus miserias, él contesta: “¡qué coño, he sido un vividor y muy feliz!”. Mal hablado y con incontinencia verbal (sexual), es honesto consigo mismo y con el resto. Generoso con todos, su deseo es que su casa, convertido en retiro espiritual, se convierta en un museo y un punto de encuentro donde la cultura tome su pleno significado. El palacete, enclavado en mitad de la naturaleza y con unas vistas espectaculares, es una inmensa galería de exposición, donde cada rincón está decorado por una obra de arte de diversos estilos y tendencias, desde cubismo hasta impresionismo pasando por surrealismo.
Dos talleres
Tiene dos talleres, uno al que denomina “rápido”, situado en la planta baja, que lo utiliza durante las noches de insomnio, y el taller de “acabado” que es una casa de dos plantas, adyacente a su vivienda. Dice que por su casa han pasado muchos artistas y que la usan para inspirarse a la hora de escribir libros, guiones o pintar. Amigo de Camilo José Cela, Sara Montiel, Paco Rabal, cineastas y actores.
Una mansión que ha construido y decorado él mismo con sus propias manos durante más de 25 años. Es su gran obra definitiva. La casa era en sus inicios la típica de campo y ha ido añadiendo alrededor más dependencias. Es un amante de las puertas y en el interior podemos ver algunas de estilo mudéjar, otras típicas castellanas, incluso la que daba paso al hogar de su padre situado en el cabezo del agua. La casa está hecha con materiales reciclados casi en su totalidad. La entrada recuerda al parque Güell de Gaudí en Barcelona, adornada con cerámicas de colores que Coronado ha elaborado y pintado. El paseo por la mansión está escoltado por esculturas de todo tipo, en su mayoría alegóricas. Dice que es un arquitecto frustrado pero nadie lo diría.
Que su legado continúe
Quiere que su casa continúe viva cuando él ya no esté en este mundo. Su ilusión es que los artistas vengan a Águilas, a su casa, a quedarse largas temporadas para crear arte. No es materialista y cuando vende un cuadro el dinero lo emplea en seguir pintando. Su lema es ‘no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita’. Genio y figura.

