Somos el tiempo que nos queda

Por Francisco López Belmonte

Hace unos días, escuchaba una entrevista que se le hacía a José Manuel Caballero Bonald (Premio Nacional de Literatura en la modalidad de Poesía 2006), y el título de unos de sus poemas me llamó la atención: “Somos el tiempo que nos queda”. Fue muy interesante conocer los datos biográficos de este escritor, sus numerosos premios y galardones, su multitud de conocimientos, tras una larga vida de experiencias, y su gran maestría y dominio de la lengua castellana. Sin embargo, tras finalizar el programa, en mi mente sonaba aún esa frase: “Somos el tiempo que nos queda”.

Sin aspirar a elucubraciones filosóficas, en realidad ¿Qué somos?, ¿Lo que hemos vivido?, ¿Lo que creemos ser?, ¿Lo que los demás piensan que somos? Recuerdo que, de niños, solíamos jugar a la escritura invisible. Escribíamos con una pluma mojada en zumo de limón, mensajes secretos, sobre un papel, que luego leíamos al aplicarle el calor de una vela, o pasando una plancha por encima.

Algo parecido a lo que ocurre con la impresión fotográfica; el líquido revelador hace aparecer lentamente una imagen que ha sido impresionada con anterioridad. Es una técnica muy interesante que espero no desaparezca con el auge de la fotografía digital. De esa forma, una simple hoja de papel en blanco puede transformarse en un mensaje, o en una imagen; depende del procedimiento que apliquemos.

También nosotros, hombres y mujeres, podemos parecer hojas en blanco; pero, sometidos a la acción de un determinado procedimiento, puede quedar patente y a la vista lo que efectivamente somos.

Es por esta razón, que no siempre estamos dispuestos a someternos a cualquier actividad que desvele nuestra realidad. A veces, es nuestra propia lengua la que nos pone en evidencia al manifestar nuestros actos o pensamientos. Pero, la mayoría de las personas pasamos por la vida sin que nadie llegue a conocernos verdaderamente; porque somos muy hábiles aparentando aquello que nos conviene y ocultando lo que no se ajusta al modelo que queremos representar. La Palabra de DIOS, la Biblia, tiene ese efecto para el ser humano. Se trata de un procedimiento que revela todo cuanto somos, a partir de una apariencia limpia e intachable. Por eso, hay muchos que no quieren exponerse a su revelación, porque lo que ven aparecer en ellos mismos no les gusta y no están dispuestos a reconocerlo.

Pero DIOS nos conoce a la perfección y, por más que nos ocultemos de ÉL, o le demos la espalda, tarde o temprano quedaremos expuestos a ese procedimiento que revelará nuestros más ocultos secretos. De modo que siempre estamos a tiempo de efectuar un giro y cambiar de dirección. Someternos al procedimiento revelador que contiene la Palabra de DIOS y, entonces, con la imagen bien clara, proseguir el único Camino que nos conducirá hacia la Verdad “el tiempo que nos queda”.

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