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Texto: Joaquín Quiñonero Romera
La hostelería es, sin lugar a duda, la industria por excelencia en lo que respecta a brindar a los turistas y viajantes los servicios básicos y necesarios cuando se sale de viaje de placer o de negocios. Dentro del vasto universo de la hostelería incluimos a los hoteles.
Javier Piernas Moreno fue un gran hostelero, afable y trabajador, que dedicó su vida al negocio familiar. Era un hombre que le gustaba trabajar, aunque también disfrutó mucho de la vida, le sacó el máximo jugo. Era un hombre muy sano y muy fuerte. Era amante de su trabajo y una persona muy afable y un gran comunicador, le encantaba la conversación. Le gustaba reírse, contar chistes y los clientes siempre se iban contentos. La gente que se hospedaba allí, en el Hotel Riscal, quedaba maravillada por su excelente amabilidad y atención.
Aunque el hotel era su vida, lo era, sobre todo, su familia: sus hijos y su mujer. Durante muchos años, Javier Piernas fue el alma del hotel, junto a sus hermanos Joaquín y Chencho. Se sintió desubicado cuando se jubiló y se derribó el antiguo hotel, pero Javier Piernas Moreno no dejaba de visitar, cuando podía, el nuevo Hotel Riscal de Puerto Lumbreras, un edificio que le encantaba, para ayudar con los desayunos o charlar con los amigos. La presencia en la recepción del hotel de su moto (una antigüedad que él mismo restauró) cobra más sentido aún. Allí la colocó su hermano, Joaquín Piernas, en la inauguración del renovado edificio para que Javier estuviera presente de algún modo. Siempre vivió y amó Puerto Lumbreras. Y como colofón unas palabras muy emotivas y con un profundo cariño de su hija Rosa: “Lo que más aprecio de mi padre es haber visto como ha querido a mi madre.
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