La importancia de la visibilidad del producto en el comercio minorista
En el cada vez más competitivo entorno del comercio minorista, lograr que un producto destaque entre la multitud ya no es una cuestión de suerte: es una cuestión de estrategia. Para muchas marcas y minoristas, la clave reside en lo que podríamos denominar “Visibilidad del producto”: ese momento decisivo en que un comprador capta, identifica y elige un artículo frente a múltiples opciones.
¿Qué entendemos por visibilidad del producto?
La visibilidad del producto abarca todos los elementos que hacen que un artículo sea detectado y considerado por el cliente cuando recorre una tienda física. No se trata únicamente de tener un producto en la estantería, sino de cómo está colocado, qué tan atractivo es su empaque, qué tan bien se comunica su promesa de valor, y si está posicionado en un contexto que favorece la compra rápida. La ubicación, la señalización, la iluminación, el contraste con los productos adyacentes y la disponibilidad juegan papeles fundamentales.
Estudios mencionados por la plataforma de análisis retail indican que más del 60 % de las decisiones de compra en tienda se toman de forma impulsiva, en segundos mientras el cliente observa la estantería. Por tanto, si un producto no se ve con facilidad o no genera una impresión inmediata, la oportunidad de venta puede perderse.
Por qué importa esta visibilidad
Cuando un producto no alcanza visibilidad, aunque tenga una excelente formulación o diseño, corre el riesgo de quedar simplemente “allí” sin ser considerado. Esto puede generar varios efectos negativos:
- Menor tasa de conversión: aunque el cliente entre a la tienda, no detecta el producto o lo pasa por alto.
- Problemas de rotación: si no se vende, el artículo genera costes de espacio, stock y logística.
- Impacto en la marca: una buena visibilidad contribuye a la percepción de valor, confianza y preferencia de marca.
- Eficiencia operativa reducida: sin datos que indiquen dónde y cómo mejorar la exposición, se invierten recursos sin retorno optimizado.
Por ello, una estrategia eficaz para potenciar la visibilidad del producto debe contemplar no solo la parte física (ubicación, planograma, estantería) sino también elementos digitales, como señalización inteligente, códigos QR, e incluso analítica de datos en tiempo real.
Aspectos clave para una estrategia de visibilidad
Una estrategia sólida debe contemplar varios pilares que interactúan entre sí:
- Colocación física y planograma: asegurarse de que los productos estén donde el comprador los espera: a la altura de los ojos, en zonas de alto tránsito, con espacio suficiente y sin competidores que los limiten.
- Presentación visual y empaque: el diseño del envase, los colores, la tipografía, la señalización en el punto de venta, los materiales de merchandising —todo suma para captar la atención.
- Disponibilidad y cumplimiento operativo: un producto debe estar visible y No basta que esté colocado correctamente si no está disponible (agotado), o si hace tiempo que no se revisa el estado de la estantería.
- Datos y analítica en tiempo real: contar con herramientas que permitan detectar que un artículo está fuera de lugar, que falta stock o que no está siendo exhibido conforme al planograma permite actuar de manera rápida y contundente.
- Adaptación al consumidor y al flujo de la tienda: la visibilidad se maximiza cuando se aprovechan las “zonas calientes” de la tienda, los movimientos naturales del cliente, los momentos de mayor tráfico, e incluso los impulsos de venta.
Integración digital como ventaja competitiva
Hoy en día, la visibilidad del producto ya no es únicamente una cuestión de estantería tradicional. Cada vez más entran en juego componentes tecnológicos: sensores, reconocimiento de imágenes, aplicaciones móviles para merchandisers, dashboards en tiempo real. Integrar estos elementos permite que la visibilidad sea gestionada, monitoreada y optimizada de modo más ágil. Por ejemplo, la identificación automática de errores en la colocación mediante IA puede reducir el tiempo de respuesta y mejorar la eficiencia operativa.
Retos y buenas prácticas
Entre los principales retos se encuentran la complejidad de operar en múltiples tiendas, mantener la coherencia del planograma, tener datos fiables en tiempo real, y adaptar la ejecución a los cambios del mercado (promociones, lanzamientos, estacionalidad). Para superarlos, algunas buenas prácticas son:
- Establecer KPIs claros de visibilidad y correlacionarlos con ventas.
- Entrenar al personal de tienda y merchandisers para que comprendan la importancia de la colocación estratégica.
- Utilizar auditorías regulares, tanto manuales como automatizadas, para asegurar que la ejecución cumple con los objetivos.
- Priorizar productos clave (por margen, rotación o estrategia de marca) para ubicarlos en las zonas de mayor impacto.
- Revisar y ajustar el mix de productos y la disposición en función del comportamiento real del consumidor y de los datos recogidos.
Conclusión
En un entorno donde el espacio de estantería es limitado y la atención del cliente se diluye rápidamente, la visibilidad del producto no puede dejarse al azar. Más bien, debe tratarse como una disciplina estratégica que integra ubicación, presentación, disponibilidad y analítica. Si se gestiona correctamente, no solo mejora la posibilidad de que un producto sea visto, sino que también aumenta la probabilidad de que sea elegido. En definitiva: ver para vender.

