La pasión de Antonio Licerán

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Hay parajes umbríos, nebulosos, proclives al ensueño y al crepúsculo. Águilas es lo contrario en su más pura esencia.
Águilas es solar, apolínea y propicia a la pura sensualidad de la mirada. Águilas es la fiesta permanente del color y de la luz, desde sus cielos claros a sus aguas espejeantes como líquidas gemas: esmeraldas y zafiros lucientes en su seno profundo.
Águilas y la pintura se corresponden con la mayor naturalidad y armonía. La sensibilidad pictórica no puede quedar allí en germen, tal es el poder del estímulo visual de su naturaleza y sus ambientes urbanos.

A esa llamada irresistible han respondido algunos de los más indiscutibles talentos actuales de este arte.
Y entre ellos, Antonio Licerán, exquisito cronista visual de una fiesta religiosa de gran hondura y solemnidad: La Pasión aguileña. La Semana Santa aguileña es el contrapunto perfecto de su Carnaval. Todo lo que allí es opulencia, sensualidad y lujo, es aquí sobriedad y contención. No es una grandiosa explosión barroca, como en Sevilla, no es una fúnebre y expresionista celebración de la muerte, como en algunos lugares de Castilla.
Ese singular espíritu de la Semana Santa aguileña ha sido captado por Antonio Licerán con una delicadísima y colorista sensibilidad.
La Semana Santa aguileña es elegante, y esa elegancia se traslada al papel en las gratísimas acuarelas de nuestro joven pintor, que exhibe una soltura y un dominio técnico notables.
La pintura de Antonio Licerán es una muestra de lo que podríamos llamar “La difícil facilidad”, esa conquista de la facilidad que nace de la mano maestra, y que podemos detectar igualmente en las acuarelas de un Ramón Gaya, en un registro nada ajeno al que a nuestro pintor le es propio.
Esa infrecuente calidad es la marca del pintor de raza, que sabe construir sobre motivos costumbristas composiciones donde la forma, la textura y el color se alían para dar lugar a juegos cromáticos y lumínicos impresionistas, que adquieren plena autonomía, a un paso de la abstracción.
Así, en la composición denominada “Mediodía”, por poner un ejemplo, ampliamente extrapolable al resto de material expuesto.
Acuda el lector al Restaurante La Veleta, ahora que aún es tiempo, y tendrá como premio un festín para los ojos y el alma.

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