El mercadillo local, en apuros

La crisis continúa colándose por cada rendija del ámbito económico. En el emblemático mercadillo de Águilas que cada sábado se instala en las inmediaciones de la zona residencial Las Molinetas y en el que levantan sus puestos alrededor de un centenar de comerciantes, también está causando estragos la complicada situación económica.

Para José Gambín, vendedor de zapatos, la situación se ha agravado seriamente en los últimos meses, registrando un descenso de las ventas de aproximadamente un 40%. “A mí ya no me afecta, pues estoy prácticamente retirado, pero vosotros, los jóvenes, sois los que más difícil lo tenéis”, afirma, cabizbajo, mientras ayuda a su hijo a mover unas cajas. Dedicado toda la vida a este negocio, a José le apena la idea de que esta actividad comercial, muy arraigada en algunos pueblos, acabe desapareciendo ante la afluencia de público que, lógicamente, también ha disminuido a raíz de la situación de incertidumbre actual. “El mercadillo ya no es lo que era, meses atrás estaba atestado de gente, procedente de otros municipios, que venían a Águilas a comprar. Sin embargo, de un tiempo a esta parte nos estamos quedando solos”, añade.

mercadoMateo Martínez viene cada sábado a Águilas, desde Caravaca de la Cruz, junto a su hermano y sobrino, y en sus más de 15 años dedicado a la venta de cortinas, telas, mantas y toallas no se había encontrado con una situación similar como a la vivida actualmente. “Las ventas han caído considerablemente. Por ello, en muchos casos nos vemos obligados a rebajar los precios o aplicar descuentos para que la gente se anime a comprar. Aún así, cuesta mucho ganar un sueldo medio decente”, señala al tiempo que añade que es preferible hacer frente a la situación en lugar de tirar la toalla. “No podemos hacer nada, la crisis nos está afectando a todos y ahora tampoco es momento de dedicarse a otra cosa”, relata. Dos clientas observan minuciosamente el puesto de Rosa Rodríguez. “¿Qué precio tiene este par de calcetines?”, pregunta una de ellas. “Cinco euros tres pares, señora, más barato imposible” contesta la tendera. Para esta aguileña las cosas también se están poniendo muy difíciles. “¿Qué cómo voy hacer frente a la situación? Pues mírame: ¡Trabajando sin parar!”, sostiene. Rosa, al igual que el tendero del puesto aledaño, es una de esas personas luchadoras, que piensan que la contrariedad se combate con optimismo, no con resignación. “Hay días para todo, algunos incluso volvemos a casa con sólo 50 euros en el bolsillo, pero qué le vamos a hacer, hay otros que no tienen trabajo”.

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