La patria chica

POR JUAN FERNÁNDEZLÓPEZ
Mi Patria Chica, se entiende, pues voy a referirme, entres otras cosas, a esa innata costumbre que tenemos los aguileños de difundir los méritos y las bondades de nuestra tierra a los amigos y parientes de otros lugares dándoles la oportunidad de conocer la estructura urbanística de nuestra ciudad, la belleza de su entorno y, si es necesario, de paso, invitarles para que se relaman degustando los variados y sabrosos productos de nuestra rica gastronomía.
Me consta que son muchos los paisanos que han ejercido con orgullo esa potestad de convencer a sus más o menos compañeros, parientes o amigos para que se dejaran llevar hasta nuestro pueblo (cosa nada difícil de conseguir), los que al regreso de su “forzada excursión” mostraron su satisfacción al parecer fueron muchos, aunque a veces puedan haber algunas excepciones.
A juzgar por el topónimo determinante de su nombre, que alude a las aves que surcan los cielos triunfantes, Águilas, al margen de la debilidad sensitiva que los aquileños podamos mostrar hacia nuestro pueblo, llena de contrastes y belleza, es en la actualidad, la ciudad del Arco Mediterráneo, donde la primavera se quedó para siempre. Los datos de su historia y los ecos de la grandeza natural de su entorno nos vienen de lejos:
Sobre ella nos cuenta la leyenda, que cuando las naves del Príncipe Eneas, cargadas con incalculables riquezas recogidas como botín de la destruida Troya, navegaban por el Mediterráneo en busca de un lugar apropiado donde emprender una nueva vida; el lugar idílico que buscaban, lo encontraron en la ensenada de plácidas aguas, que baña el mar en la actual águilas, al abrigo de una cadena de montañas contiguas con enormes acantilados. Otro principe troyano, Helios Urce, compañero de Eneas, fué el fundador de dos ciudades: Helios -Ciudad del Sol- que luego sería Lorca y Urces, nuestra actual ciudad de Águilas, a la que los romanos llamaron Urci, ya entonces una ciudad explendorosa, donde San Indalecio, discípulo del apostol Santiago, estableció en ella su Sede Episcopal, a pesar de que años más tarde, fuera martirizado por los paganos y arrojado al mar por uno de los acantilados.
Además de esto, nos recuerda la historia, que a partir del siglo VIII se la conoce con el nombre de Aquilae -en latín Las Águilas-, y después del siglo X con el de Aquila, y poco después Akila, como fortificación junto al mar inserta en el sistema defensivo de la comarca de Lorca.
Tras varios siglos de silencio histórico, la fortaleza fué reconstruída por Felipe II en 1579, dedicándola a San Juan Bautista, por lo que fué llamada de San Juan de las Águilas. Posteriormente en 1756, el rey Fernando VI ordenó reconstruir nuevamente la fortaleza, y finalmente el rey Carlos III, con el asesoramiento de sus ministros, don Pedro Pablo abarca de Bolea, décimo Conde de Aranda, ( Entonces Capitán Gral. del Mediterráneo), y Floridablanca, ordenó la construcción del núcleo urbano levantado por Valdopich, de trrazado muy lineal, de amplias plazas y largas y rectas calles, que comparadas con las laberínticas poblaciones de entonces resulta todavía asombros. Se debe decir además, que fué finalmente La Constitución de Cádiz de 1812 (LA PEPA), la que hizo posible el establecimiento de Águilas, ya sin el San Juan, como Ayuntamiento independiente de Lorca, pero de hecho no quedó establecido hasta el 7 de junio de 1834, siendo gobernador civil D.José Musso y Valiente.
Pero como este asunto da para mucho, yo trataré de lo mío y de los míos, y, en lo posible, me limitaré a dejar constancia -hasta donde me alcance la memoria- , en capítulos sucesivos, de las circunstancias que tuvimos que vivir los aguileños, durante el tiempo señalado, cuando el pueblo de Águilas, además de contar con su centro urbanístico del siglo XVIII, se extendía hacia otras zonas de cuevas y viviendas de muy baja calidad, donde sus habitantes carecían de agua corriente, alcantarillado, luz eléctrica y, de servicios sanitarios, cero.
Para terminar, lo haré con unos versos de mi poema El Castillo de mi Pueblo/2006, que a mi juicio, encajan en el presente escrito:
Al píe de un noble castillo En su hermoso litoral
Y hermoso mar ribereño Forjó la naturaleza
Se formó un pueblo sencillo El paraíso ideal
Llamado pueblo aguileño Donde fluye la belleza

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