La historia del Teatro Romea de Murcia

 

Por José Daniel Martínez – Doctor en Literatura, doctor en Filosofía, fundador del Grupo Editorial La de Grandes Detalles
El Teatro Romea ha sido núcleo cultural durante muchos años, tanto es así que a día de hoy lo sigue siendo. Fue inaugurado en el siglo XIX con la intención de dotar a Murcia de un espacio en el que pudieran darse representaciones. Para su construcción se utilizó un solar que fue expropiado al convento de Santo Domingo. El proyecto arquitectónico fue encargado a Carlos Mancha y a Diego Manuel Molina.El 25 de octubre de 1862 fue inaugurado por la reina Isabel II y, por ello, fue primeramente llamado Teatro de los Infantes. Años después se le daría el nombre de Teatro Romea, en honor al actor murciano Julián Romea Yanguas, quien seguía la corriente romanticista propia de la época.

El teatro en 1899

La historia del teatro lo vincula a los incendios. El 8 de febrero de 1877 las llamas fueron provocadas por un fallo en el sistema de iluminación, que funcionaba con gas. Justo Millán reconstruyó el teatro, cambiando incluso su fachada (la cual mantiene en la actualidad). En este primer incendio no hubo víctimas mortales.

Otro incendio volvió a suceder el 10 de diciembre de 1899 mientras se representaba la zarzuela Jugar con fuego. Esta vez sí hubo víctimas mortales. Justo Millán se encargó nuevamente de la reconstrucción del teatro. Tras estos sucesos, comenzó a difundirse una leyenda sobre la maldición del convento expropiado: se cuenta que un monje maldijo el teatro para que hubiera tres incendios. El primero no dejaría víctimas mortales, el segundo sí, y el tercero destruiría por completo el teatro junto con todo el público cuando estuviera completo el aforo. Desde entonces nunca se completa totalmente el aforo del teatro, pues se deja al menos una butaca vacía para evitar que la maldición se cumpla.

Este “teatro maldito” fue reinaugurado por la reina Sofía en 1988 tras la modernización de sus instalaciones y sigue siendo uno de los lugares más destacados de Murcia. Además, esconde numerosos secretos: uno de ellos es el de la música de su fachada, donde encontramos bustos de piedra de Beethoven, Mozart y Liszt. Más abajo se sitúan cuatro medallones que homenajean a dramaturgos murcianos.

Como datos adicionales, se cuenta que la butaca que se deja vacía es negra y está situada en el palco décimo de platea, y que el telón es una verdadera obra de arte pintada por Emilio Sala, regalo de los actores María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza. En él aparece una musa que parece ser Talía (comedia) o Melpómene (tragedia).

 

 

 

 

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