Acerca del perdón

Francisco López Belmonte

En un reportaje de televisión, hace unos días, un periodista entrevistaba por la calle a distintas personas haciéndoles la misma pregunta: ¿Qué necesitaría usted para ser feliz?

Las contestaciones eran de lo más variado, ya que la respuesta a semejante pregunta depende, fundamentalmente de las prioridades que cada uno de nosotros se marque en su vida. Unos dicen, por tanto, que necesitan salud; otros, a su vez, que un trabajo fijo, o una casa mejor, o el amor y respeto de su pareja, o el éxito de sus hijos, o una buena jubilación asegurada. Otros dicen que medios financieros importantes, otros que encontrar el compañero/a ideal…

Las respuestas varían hasta el infinito según las preocupaciones de cada uno, porque, generalmente, acusamos a ciertas necesidades de impedirnos llegar a ser felices completamente.

Pensamos que si alcanzamos lo que creemos imprescindible entonces seremos felices y habrá paz en nuestras vidas. Curiosamente pensamos que la felicidad siempre está allá donde no estamos nosotros. De esta manera, nos encontramos en un estado continuo de insatisfacción.

En mi opinión, este asunto depende, más que de nuestras circunstancias, de nuestra actitud, de nuestros sentimientos y de nuestro equilibrio espiritual. Una de las cosas que influyen enormemente en nuestro estado emocional es el perdón: Ser capaces de perdonarnos a nosotros mismos nuestros errores; ser capaces de perdonar a otros los suyos y, sobre todo, sentirnos perdonados por los demás.

Hace poco, un amigo me compartía la pena que tenía de ver que no podía hablar con su hermano para perdonarse mutuamente y reconciliarse. Esto le producía mucha tristeza, lo cual influía en el resto de su vida.

De igual forma existe “otro perdón” (del que ya casi no se habla) que es la causa de desasosiego, malestar y falta de paz en nuestras vidas; aunque, en la mayoría de los casos, no queramos reconocerlo.

Se trata del perdón de DIOS. Ante su Justicia perfecta, consciente o inconscientemente, nos sentimos culpables por infinidad de errores, faltas e injusticias que realmente cometemos a diario, casi imperceptiblemente.

Nuestra conciencia nos “quema” a menudo y, entonces, pretendemos acallarla con mil y una justificaciones. Nos falta valor para enfrentar la realidad y nos defendemos lo mejor que podemos por tal de no reconocer a DIOS y su justicia.

La solución es mucho más simple y requiere el mínimo esfuerzo por nuestra parte. Hemos de dar el primer paso admitiendo nuestra culpa ante el que único que es Justo y Perfecto y recibiendo el perdón que DIOS tiene prometido a todo aquel que se acerca a ÉL.

Entonces recibiremos bendición hasta que sobreabunde y no necesitaremos absolutamente nada más para ser felices.

Esta web utiliza cookies para que tengas la mejor experiencia de usuario. Si continúas navegando estás dando tu consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pincha el enlace para más información.

ACEPTAR
Aviso de cookies