Se hace camino al andar…

Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Este pequeño fragmento, del también pequeño poema de Antonio Machado, curiosamente “ha dado la vuelta al mundo”. Sus consideraciones han sido el “punto de partida” para infinidad de tesis, así como han sido musicados por grandes autores de variados registros.

Ciertamente, y haciendo un guiño metalingüistico, que no se podía dejar más claro en tan pocas palabras, el sentido banal de los “caminos” en sí mismos, como hechos materiales. Su auténtico valor existe, porque existen quienes los transitan, aquellos que con su “andadura” van plasmando huellas y más huellas.

Y eso es lo hacen aquellos que se llaman a sí mismos “romeros”. Son los que cada año hunden sus pies en la tierra para dejar impresos sus sellos de “caminantes”, y creando con ello un auténtico y verdadero “camino”: el de su devoción a la Virgen.

Una bella muestra de amor que carecería de sentido sin esas “huellas”, sin esos sonidos que las convierten en manifestaciones reales de un hermoso sueño.

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