Manolo “el de los periódicos”

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Por Juan Hernández Calvo
Allá por 1975, la papelería de “Manolo de los periódicos” era un lugar de tertulias, un espacio urbano concreto en el que muchos aguileños y amigos, entre los que me incluyo, pasábamos largos ratos de charla. Un lugar, en definitiva, de encuentro. Y es que, ¿quién no ha dicho en alguna ocasión aquello de “quedamos en lo de Manolo de los periódicos”, como el que dice “quedamos en la pava de la balsa”? Éramos muchos los que adquiríamos nuestro periódico allí y, lo que es la costumbre, aprovechábamos ese “ratico” para hacer tertulia.

Era el caso, por citar algunos, de los hermanos Montalbán, de Daniel Zapata, de José Lencina, de Pedro el confitero, de Carlos Crouseilles, de Emiliano, de Dela, de Luis Andreu, como recuerdo también otro grupo formado por médicos que se reunía allí, y qué se yo cuánta gente más.
La historia de este emblemático establecimiento nos remonta a cuando la primera responsable del negocio, Ana Navarro, dirigió un primer quiosco allá por 1943, en plena Plaza de España. Fue en 1953 cuando el establecimiento pasaría a un bajo en el número 16 de esta misma plaza, justo al lado de la sociedad de cazadores y de lo que fue la relojería Octavio, hoy Helados MYR. De aquel entonces surgen ya algunas anécdotas, en especial que algunos clientes ocupaban un banco situado en el interior del establecimiento, donde leían ávidamente novelas de Marcial Lafuente Estefanía, que adquirían en régimen de alquiler y después devolvían. En 1962 nueva mudanza, esta vez al lado de la Iglesia, más concretamente junto a la tienda de casa Hita, de la confitería de D. Juan García de los Ballones y de la farmacia de D. Juan Moreno.

Será por estas fechas cuando Manuel Gris, conocido como “Manolo el de los periódicos”, se pondrá a trabajar con su madre. Tras un par de traslados de negocio más, primero en un bajo en la Plaza de España nº 2 (hoy Cafetería El Chupito), después, en 1967, en un antiguo edificio de la Calle Conde de Aranda, por fin el negocio ocupará el bajo en que se encuentra en la actualidad, mucho más espacioso que los anteriores y con posibilidad incluir papelería y librería. Nuestro querido Manolo, poco a poco, aportará su impronta al negocio familiar a partir de 1970, momento en que toma las riendas y se dedica a él de forma exclusiva.
Sin embargo, la personalidad de este hombre trascendía la venta de periódicos. Sin ir más lejos, se involucró como nadie en una asociación cultural que se llamaba Amengüe, donde era vocal y trabajó codo con codo junto a muchas personas conocidas de Águilas. La asociación, cuyo centro era el Cine Cames, llegaría a tener más de 450 socios, y entre las actividades que se promovieron habría que contar con varias obras de teatro, la creación de cuatro grupos musicales o la organización de guateques entre otras muchas. Y es que por aquellos años, muchos lo recordarán, pasarían por Águilas los mejores conjuntos y cantantes de España, y al terminar los bailes, íbamos a la farola a comer sandías y ver amanecer. Unos años que, para quienes los vivimos, fueron muy especiales. Pero la asociación, que duró más de dos años, también se ocupó de enseñar a leer y a escribir a gran número personas que lo necesitaban, algo que, según me decía Manolo, siempre le llenó de orgullo.
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Infinidad de anécdotas, recogidas muchas de ellas entre amigos que lo conocieron bien, reflejan el ingenio y la personalidad de nuestro Manolo. Recuerdo que era un aficionado impenitente del fútbol. Gracias a su amistad con Juan Casuco tuvo la suerte de presenciar partidos de primera, especialmente del Madrid, así como era un asiduo en los partidos “calientes” entre el Águilas y otros equipos como el Lorca, el Pulpí o el Cartagena. Parece ser, así mismo, que cuando en la Confitería Enrique elaboraban palmeras, Manolo ejercía su faceta de “cataor”, comiéndose a continuación dos o tres en señal de aprobación. Volviendo al tema fútbol dicen que en una ocasión, regresando por carretera de ver un partido del Madrid, sus amigos le jugaron la mala pasada de abandonarlo en el restaurante donde habían parado a comer. Manolo, cuando vio que se habían ido sin él, optó por hacer auto-stop y, siendo tan conocido como era, no tuvo problema alguno en que alguien lo llevara hasta Águilas. Dicen que incluso llegó antes que sus propios “amigos”, que no daban crédito cuando lo vieron en Águilas. Le gustaba bañarse en las calas y lo hacía desnudo, otra vez los “amigos”, en alguna ocasión, le quitaron la ropa, pero Manolo, echando mano de su ingenio, se las apañaba para regresar de forma decorosa.
Más curiosa aún es una anécdota que ocurrió en 1983, cuando una amiga le dijo a Manolo que se iba a Rusia y que desde allí le mandaría una postal que le haría famoso. Desde Leningrado le mandó la postal con estas simples señas de destino: Manolo de los periódicos Águilas (España). Y la postal llegó. Todos los medios locales, regionales, y algunos nacionales se hicieron eco de tan curiosa noticia, lo que provocó un gran número de misivas y postales del mismo estilo que le mandaron desde China, Japón, Estados Unidos y de muchos lugares más de España y del mundo. Manolo el de los periódicos tenía un padre algo peculiar, al que llamaban “Lolo”. Lolo vendía periódicos de su hijo por la calle o en bares próximos a la glorieta. Lo curioso es que cuando veía a más de una persona leyendo un mismo ejemplar, aunque no lo hubiese vendido él, les decía: “muchos para un solo periódico”.
Manuel Gris “Manolo de los periódicos” era para mí una persona con mucho carisma: inteligente, socarrón, era un “gozaor”… un gran defensor de sus creencias, y sobre todo un gran amigo de sus amigos, por eso tenía tantos entre los me incluyo. Esta es mi forma de dar un pequeño homenaje para un aguileño tan entrañable como él. El 23 de Noviembre de 1990 fallece Manolo, con sólo 43 años de edad, haciéndose cargo del negocio su mujer Mima Umpiérrez y sus hijos José y Dani Gris Umpiérrez. Su muerte supuso un duro golpe emocional para su familia, que a partir de entonces, con fuerza, ilusión y empeño han conseguido sacar adelante el negocio por el que tanto luchó. Mi gratitud a Dani Gris, su hijo, por su colaboración para hacer este escrito, en memoria a su padre y a mi amigo.

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