La fiesta de los Santos Inocentes
El pasado día 24, día de la Nochebuena, siguiendo el rito tradicional de mi costumbre, hablé con varios de mis amigos de Águilas para felicitarles. Entre los que he felicitado este año se encuentra mi buen amigo Luis Diaz Martínez, ese aguileño que nos honra con su vasta erudición y que tan dentro de sí lleva el sentir de los valores tradiciones de nuestro pueblo. Al hilo de nuestra conversación, Luis me anunció que como párroco de la Parroquia de la Pedanía del Garrobillo, tenía el compromiso de oficiar la misa de los Santos Inocentes, circunstancia, que aprovechó para invitarme a que asistiera a la tradicional ceremonia que con gusto hubiera asistido de no tener otros compromisos ineludibles que me lo impiden. Sin embargo, al presentar al vivo de mi mente los recuerdos de los tiempos pasados y recordar este acontecimiento histórico tan celebrado, mayormente por los agricultores de las zonas rurales de Águilas (La venta Pura y la Pedanía del Garrobillo), hasta donde me alcance la memoria, trataré al menos, de encontrar mis vivencias pretéritas relacionadas con esta fiesta tan señalada.
Sobre estas fechas recuerdo cuando joven haber acudido a la Pedanía del Garrobillo para asistir a la fiesta de los Santos Inocentes que se celebraba mayormente por los agricultores de aquel entorno rural. Normalmente, la fiesta comenzaba a media mañana con la asistencia de todos los vecinos a la Santa Misa que se celebraba en la entonces ermita del Garrobillo, y terminaba a altas horas de la madrugada cuando finalizaba el típico baile, donde los jóvenes y menos jóvenes, al ritmo de de los acordes de la música de los laudes y guitarras, danzaban acompasando bailes tan típicos y tradicionales como la Jota, la Malagueña, las Manchegas y las Parrandas, entre otros. Durante el baile -para risa de todos-, y como “broma inocente”, al que se descuidaba, le colgaban un letrero con alusiones jocosas sobre las espaldas; las mozas lucían sobre los hombros pomposas cintas de seda primorosamente bordadas por ellas mismas que antes habían ofrecido a los mozos como trofeo en la típica carrera de cintas; los bailaores, durante el baile, pujaban con cantidades de dinero para bailar con la moza que preferían, luciendo después, la cinta de seda que representaba el trofeo conseguido. Independiente del baile y de otros juegos, a beneficio de la parroquia se rifaba un buen pollo campero.
Las tradiciones, basadas en los hechos históricos tangibles y conocidos, nos resultan tan cercanas porque representan nuestra forma de pensar de sentir y de actuar, la lengua que hablamos, nuestras creencias religiosas, la gastronomía, el arte y el deporte que practicamos, son la expresión de nuestra cultura transmitida de generación en generación, por diferentes medios a lo largo de los siglos.
La celebración de la fiesta de los Santos Inocentes ha tenido siempre un rango muy elevado en Águilas. Es la fecha que tradicionalmente la Iglesia Católica conmemora el fatídico episodio del cristianismo. En su relato Bíblico, la Iglesia Católica nos recuerda que el origen de estas fiestas se debe a una masacre de los niños preparada por el rey Herodes I el Grande. El evangelio hace referencia a Zacarías. Y en el nuevo Testamento San Mateo nos relata como, cuando nació Jusús de Nazaret, el rey Herodes ordenó una matanza en Belén para acabar con todos los niños menores de dos años y asegurarse así que el anunciado Mesías, futuro rey de Irael, era asesinado. Aunque este fue un tema discutido, parece que fueron varios los historiadores que afirmaron que el episodio cuadra con la crueldad de Herodes. Desde entonces, la Iglesia Católica cada 28 de diciembre nos recuerda la fiesta de los Santos Inocentes. Actualmente las tradiciones se conservan por el seguimiento de ciertas costumbres, mayormente de carácter religioso. Pero, al paso del tiempo, el conflicto de las generaciones se agrava con trágico dilema: o abrirse a las nuevas técnicas y formas de vida, conservarlas, o rechazar las tradiciones del pasado. El desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico. A partir del Renacimiento el hombre vino a ser el centro de la cultura y del mundo; las ciencias naturales fueron adquiriendo consistencia modificando los estilos de vida y las conductas tradicionales.
Al igual que la explosión demográfica, la revolución científica y tecnológica, lejos de detenerse -en los métodos arcaicos tradicionales- ha pasado a crecer en términos exponenciales. La ciencia moderna ha quedado,sin pretenderlo, supeditada a un mundo inhumano, violento e injusto donde el lucro, el crecimiento sin límites -insensible a la belleza-, con una industria obligada a producir ha venido contaminando y comprometiendo el equilibro del mundo que habitamos.
Para no salirnos del tema de las tradiciones nos quedaremos al menos con la fiesta de los Santos Inocentes y nuestras hogueras de la noche de San Juan, que según los Textos Sagrados, Zacarías -él supuesto padre de San Juan Bautista- mandó encender una hoguera para anunciar a sus parientes y amigos el nacimiento de su hijo, que coincidió con la noche del solsticio de verano. Para conmemorar esta fecha -a partir de entonces- los cristianos del medievo encendían grandes hogueras y celebraban diversos ritos mientras danzaban a su alrededor. En ellos nunca faltaba la señal de la cruz.
Recomiendo a mis amigos y paisanos de Águila, que se cuiden de que no les den la típica inocentada.