La vida sigue igual

En dos días he vivido la muerte repentina de un amigo, el nacimiento de una niña muy esperada en la familia y la lenta y terminal enfermedad de un ser querido. Mientras, a mi alrededor, existe un bullicio incontrolable: El Carnaval.

Si, como decía aquel conocido tango, “la vida es un cambalache”. Todo se mezcla continuamente y el resultado es un “cóctel” que no me gusta en absoluto. Es como cuando traqueteas una caja de bombones y al abrirla te los encuentras todos fuera de su sitio. Necesitas tiempo para ir colocando cada uno en su hueco correspondiente; es casi como un rompecabezas.

Así están las cosas a nuestro alrededor, fuera de lugar, sin orden. Según la mitología, sería algo así como si la gigantesca mano de Atlas hubiera zarandeado la Tierra y todo se hubiera cambiado de sitio.

Casi nadie vive en su lugar de origen. Los “rubios” están en el Sur y los “morenos” en el Norte. Los africanos de Túnez hablan francés y los habitantes de la Patagonia se entienden en español. Y no es que yo vea eso mal, ya que la mezcla de culturas la considero buena, lo que ya no veo tan bien es que unos quieran imponer sus costumbres o sus ideas a otros , y además, por la fuerza.

En cuanto al Carnaval me parece una buena ocasión para que muchos se desinhiban de sus traumas y otros demuestren toda su capacidad artística, sea de la clase que fuere. Lo que no me agrada lo más mínimo es que se produzcan actos fuera de toda urbanidad, cuando eso no ha ocurrido nunca en Águilas, porque siempre los aguileños hemos sido pacíficos, respetuosos y educados.

¿Nos hemos contagiado con la violencia de otros? No lo sé; quizá se han despertado emociones que antes no se conocían. Lo cierto es que cada vez nos parecemos menos a nosotros mismos.

El dolor que hoy sentimos en un funeral será irremediablemente mitigado por el tiempo; la alegría de un nuevo nacimiento será sustituida por la preocupación con los cuidados de la criatura y su formación para la trayectoria de su vida.

La enfermedad se cura y se olvida o acaba con la muerte. Y la vida sigue. Sigue igual. Año tras año. Y no nos damos cuenta de que sólo tenemos una vida para vivir. Que jamás recuperaremos un día perdido y que la oportunidad que hoy dejamos pasar no se nos volverá a presentar mañana.

El ser humano no ha cambiado nada con el paso de los siglos, sigue siendo el mismo; sólo cambia el medio en el que se desenvuelve, o las circunstancias que lo determinan. Es una realidad ese dicho: “Mientras hay vida hay esperanza”. Pero no sabes cuándo se acabará tu vida; por eso, mientras tengas tiempo busca a DIOS, porque en Él está la vida.

Cuando conozcas su oferta tu vida no será igual. Lo efímero no merece en absoluto la pena, sino aquello que realmente permanece por toda la eternidad.

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