Cosas que pasan

Las situaciones violentas siguen y siguen, los joputas que pasan a cuchillo a sus señoras cuando éstas deciden quitárselos de encima, los más joputas aún que violan o matan a sus hijos o a los hijos de sus esposas no para de sorprendernos a diario, cada día nos cuentan disparates así. Es cierto que, aunque no sea correcto, la inmigración, que suele venir bastante desubicada, ha aumentado la proporción, pero es porque somos más, aunque los medios que emplean son ligeramente más toscos. Los europeos matamos pero como con más “savoir faire”. A una situación violenta siempre nos va a costar acostumbrarnos. Recuerdo la película “Grand Canyon”, en la que los ciudadanos normales se quedaban absolutamente inermes y sin recursos ante situaciones violentas habituales en una gran ciudad. A la que no es violencia física sino verbal estamos más acostumbrados, pero bueno siempre decimos eso de “ perro ladrador….”
El otro día me contaron cómo un amigo se ponía muy agresivo verbalmente con otro, al que conocía 30 años, quizás 40 y, con un par de copas de vino, le echaba en cara cuestiones que tenían su origen en el pleistoceno de su relación, pequeñas cuestiones que cualquier persona madura supera en varios meses o pocos años pero que salieron a relucir de forma envenenada. La presencia de personas ajenas no parece que aligerara la situación sino que la excitó en el ánimo del ofensor, que no respondía, parece ser, a las propuestas de empezar a olvidar algunas cosas que pudieron iniciarse en copo de nieve y se hace absurdo dejar que lleguen a hacerse una bola incontrolable. El sentirse ofendido lleva, con los años, a generar rencor, un proceso mental despreciable pero que, como las meigas, no se ven, pero existir existen.

El resentimiento es una de nuestras principales rémoras para mantener buena relación con los demás. Y no es por el rencor en sí mismo, que existe y que suele ser habitual en según qué personas sin madurar, se convierte claramente en negativo para las relaciones humanas; lo es más no saber superarlo, o no hacer al menos, intento de ello. En una situación así de violenta, la memoria de uno de los implicados es infinitamente mayor que la del otro. Acierten cual.

El otro día me contaron cómo un amigo se ponía muy agresivo verbalmente con otro, al que conocía 30 años, quizás 40 y, con un par de copas de vino, le echaba en cara cuestiones antiguas (…)

Mantener en la memoria hechos de importancia menor durante lustros no es ya un mecanismo de defensa, sino que se convierte en argumento útil a la persona ofendida para mantener caliente el odio hacia la otra. Una pena sí, pero ( como en las hemorroides ) más para el que la sufre en silencio que para el que queda sorprendido por tanto desprecio acumulado con tantos años de retraso. Los mecanismos de defensa , en tiempo de paz consigo mismo, se ejercitan para mantener en equilibrio nuestro estado emocional y nuestras relaciones sociales como deseamos tenerlas, eludiendo a los enemigos y manteniendo a los amigos. Mal se debe pasar cuando esos mecanismos te la juegan y te tienen en la angustia del rencor mantenido durante décadas. Mal no poder superar algunas malas jugadas de nuestro cerebro. Cuando no has tenido la decisión de eludir a los enemigos, los has llegado a confundir con los amigos y, finalmente…….pasa lo que pasa, dios santo ó como diría un ingles : “…..my GOD !!! ” ; esto es según mi impresión , y por lo que me contaron, lo que ocurrió en el extraño caso psicológico del principio de este artículo. Moraleja : no parece apropiado ni conveniente para la salud dejar que estas cosas engorden ; siempre se ha dicho que “ un hálito de maldad se aloja en nuestros corazones”, pero es que parece que el resentimiento es capaz de alterar el entendimiento, confundiéndolo así como que la visión real y objetiva de las cosas se puede ver alterada por un rencor mal apagado A buen entendedor, pocas palabras.

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