Educación en el realismo (II)

Estamos afirmando que se han instalado en la huida del trabajo, del esfuerzo, del sacrificio y del profundo cultivo de la voluntad en busca del despertar de una libertad que les haga libres y no esclavos de su debilidad, cifrada en el desinterés, la desgana, la desidia y la falta de motivación conducente a no interesarse por querer saber y triunfar en la vida a base de la constancia y del deber bien cumplido día a día.

Por eso yo reclamo un vuelta al realismo y al naturalismo de la vida misma. Los chicos no son tontos, son más listos de lo que nos imaginamos y hay que reconocer que los ingenuos somos los adultos y los astutos son los menores de edad, esos que llamamos adolescentes. Pues resulta que nosotros, padres y educadores, adultos, bailamos al son que ellos nos marcan. Y nos marcan un ritmo trepidante, basado en el confort y en el egoísmo, en sacar provecho de nuestra debilidad, compasión y misericordias erróneas, pues el realismo en la educación implica preparar para la vida misma. Y la vida misma es trabajo, responsabilidad, cumplir con las obligaciones y descubrir que sólo así funciona una sociedad.

Gerardo Caíñas

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