Reino de Taifas

Águilas: un pueblo que pierde su identidad con cara de modernismo de finales de la década de los ‘60. Canta su hidalguía con aires de gigantismo asfixiante y quejumbroso ante su viejo entorno.

Pasan los años y sus tiempos, sin constatar que el presente es mejor que el pasado para la propia vivencia ciudadana que no pierde sus costumbres, teñidas de otra idiosincrasia, foránea y extraña a los propios contenidos de su personalidad atávica. ¡Más que a Ícaro debieron los hidalgos de Águilas invocar al ave Fénix!.

Gritos de alegría no los tendría que mostrar su miseria entera, entre matojos de esparto y tomatales, con la sonrisa de amabilidad que presta la desesperanza del pan de yanta. Que presta también la rutina que hastía y el desamor constante.

Un renacer de las cenizas, venidero y próspero en su constante mudanza, como la esencia de una fiesta que por efímera hay que convertir en intensa. Un pájaro de fuego eterno, pero que arde y se quema, como las gentes, como los días, como el interminable rosario de cuentas sucias que hay que desgranar jornada tras jornada hasta tocar el fondo. Águilas y su corona de tiempo en el tiempo, con una representación tan grande como el cielo.

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